CAP 9

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ROM:

Hay preguntas que son diseñadas para causar un remolino de dudas y emociones infinitas. La que me hace Jero esta noche hace que me llegue el pensamiento de que en algún momento fuimos amigos, pero eso parece haber cambiado y no creo que vuelva a ser cómo antes.

—¿En qué momento decidiste que ya no iba a ser igual nuestra relación? ¿Antes o después de verme?

—¿Perdón?

Intento escuchar más allá de lo que dicen sus palabras esperando que no sea lo que me está preguntando, pero después de pasar tiempo con Jerónimo, empiezo a creer que es muy complicado poder esconderme de él.

—Sabes a lo que me refiero, Rom.

Jerónimo me mira durante un instante que me parece eterno. No sé cuánto dura, pero sé que, mientras lo hace me doy cuenta que aunque estamos frente a frente, lo siento más lejos que nunca. Y el que ahora estemos así, no ha sido solo cosa mía.

—Tú tampoco me recibiste con los brazos abiertos, que digamos. —respondo a la defensiva.

Observo cómo se cruza de brazos de mala manera, cómo sino entendiera el porqué de su reacción.

—¿Y que esperabas que hiciera? Me sorprendiste demasiado. 

Se sorprendió por una sola razón que no menciona.

—Porque no esperabas que volviera. — me atrevo a decir lo que ambos estamos pensando.

Giro la cabeza porque por el rabillo del ojo noto que Renata nos observa con interés como si quisiera venir a interrumpirnos.

—No, no lo hacía. Pero cuando te vi vaya que fue una sorpresa. —añade con un atisbo de amargura lo que me hace dudar si tampoco cree que esté de vuelta. Me esfuerzo en hacer como si no me afectara.

—¿Una buena o mala? —pregunto con incertidumbre, mirando hacia el piso.

Pienso que va a decir la segunda opción, y me estoy tratando de preparar para ello cuando siento sus dedos sobre mi barbilla haciendo que alce la mirada para encontrarme con sus ojos.

—Déjame ponerlo así, por complicado que sea toda la situación, es algo bueno. Que estés en mi vida siempre va a ser algo bueno. —dice con voz ronca.

Y que tú lo estés en la mía va a ser lo mejor que me pase, pienso. De repente siento que el ambiente se ha vuelto demasiado profundo sin haberlo previsto.

—Aunque seas tan testaruda, trenzas. —me da una sonrisa que juro que me dan ganas de hacer algo para que deje de llamarme con ese dichoso apodo.

Me vuelvo hacia el resto de la mesa con incomodidad al sentir la mirada de ambas familias cuando Diego viene hacia acá, mirándonos a ambos con seriedad. —Oigan, espero no interrumpir. Pero ¿por qué no regresan a terminar de cenar?

De camino a nuestros asientos, Jero se vuelve hacia su padre. —Lo siento, pero tengo que irme.

Marissa se entremete con postura intimidante. —No te puedes marchar. Tienes que pasar más tiempo con nosotros; no puedes estar sin tu familia.

—Supongo que he aprendido de la mejor, ¿no crees? Tú eres la última que puede exigir pasar tiempo con nosotros. —le responde Jerónimo lo que me sorprende demasiado escucharlo hablarle así a su madre y no sé que historia hay detrás.

Se despide de sus hermanas antes de mirarme a mí y darme una sonrisa que me genera una sensación cálida que no puedo explicar porque siento como si fuera el comienzo de algo y ya quiero ver cómo va.

Los secretos que escondemosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora