CAP 17

91 15 9
                                    

ROM:

—Vamos, trenzas. —me llama con la voz más rasposa de lo normal.

Sin esperarme, Jerónimo sale corriendo como si no soportara estar un minuto más lejos del mar. Y al instante en que el agua tiene contacto con mi cuerpo, una sonrisa se me escapa porque estar en la playa es refrescante, divertido y liberador; solo que yo parecía haberlo olvidado por un tiempo. Jero me señala un lugar para luego empezar a nadar para dirigirnos hacia un área un tanto más profunda, yo lo imito abriéndome paso a través de la ola y notando lo pendiente que está al revisar que vaya detrás suyo.

Ninguno de los dos habla, solo nos quedamos con la mirada fija en el horizonte. Aquí, están tranquilas las olas, el agua me cubre hasta los hombros, lo suficiente para poder flotar en medio de la energía del mar. Me gusta el contraste de sensaciones entre la calidez del sol y lo frío del agua. Se parece a uno de esos momentos en los que todo parece encajar, de esos que son perfectos... demasiado bueno para ser real porque al siguiente segundo siento cómo de un chorro de agua me salpican por completo, splash, splash, pues mi amigo está apuntándome cómo un niño desesperado por picar a alguien.

Jerónimo me observa entre curioso y cauteloso, y sé que lo que está por hacer, probablemente no me gustará. Le niego, divirtiéndome con aquel juego que hemos empezado.

—¿Lista para la bomba? —pregunta en tono amenazador.

—¡No, Jero! —chillo entre mi risa nerviosa.

Intento gritar, pero de nada sirve. Pues un segundo después me agarra a la altura de las axilas, levantándome por encima de su cabeza para aventarme cómo si fuera un costal de papas.

El sabor salado del mar invade mi boca. En cuánto salgo a la superficie, compruebo que mi amigo se está riendo a carcajadas al verme. Es tan cómico, que yo también estaría estallando de la risa si no fuera por la parte superior del bañador que está a punto de caerse y eso sería realmente embarazoso.

Jero me mira a lo lejos, nadando para estar a mi lado. Pero mis pechos están casi de fuera, y ni él ni yo queremos que me vea así, por lo que me sujeto el bañador con pudor. Él carraspea al darse cuenta de que estoy apresurándome a atarme el nudo de la espalda.

—Lo siento. —añade con cierta incomodidad.

Me incorporo por completo, tratando de mantener cierto equilibrio con ayuda del movimiento de mis piernas.

—Fue divertido. Aunque nadie diría que ha pasado el tiempo porque sigues buscando cómo fastidiarme. —digo al mismo tiempo que levanto los brazos para chocarlos con el agua.

—Lo divertido de tener a mi amiga es hacer que te enfades y que arrugues la nariz con disgusto. —responde esperando a ver cómo reacciono.

Miro a Jero por encima del hombro al tiempo que sacude la cabeza. Su cabello mojado, ligeramente rizado hace que me piquen las yemas de los dedos por las ganas que tengo de pasar las manos por él.

—Yo no hago eso. —contesto, imitando el gesto que estoy tratando de negar.

—¿Y qué son esas líneas de ahí? —me pregunta, tocando la punta de mi nariz con uno de sus dedos.

Al ver que necesito un poco de apoyo para continuar estando de pie porque no nos estamos moviendo, busco a Jero para sostenerme de su brazo. Él ladea el rostro, con una mirada indecisa y una sonrisa pícara en los labios, y entonces siento sus grandes manos en mi cintura, acercándose tanto a mí que nuestros cuerpos están a muy pocos centímetros de distancia.

—Me atrapaste. —admito haciendo puchero y tratando de olvidar lo agitadas que están nuestras respiraciones.

Mientras lo observo me doy cuenta de que estoy sintiendo algo que no puedo descifrar porque ... Él, dentro del mar, en medio de distintas tonalidades del color de sus ojos, estando relajado, centrado en el momento con la libertad de mirar hacia adelante. Jero encaja tan bien en todo esto que hace que quiera entrar en su pequeño mundo.

—¿Cómo le haces para ser así? —me atrevo a preguntarle, señalándole a nuestro alrededor.

Su semblante se tensa y la seriedad que demuestra su rostro me golpea como una ola de mar.

—Acuérdate de esto, Rom. La vida está hecha para aprovecharla, para sonreírla, no para soportarla. Quizás solo tienes que atreverte a vivir de esta manera. —declara con la intensidad de sus ojos puestos en los míos, como si pudiera leerme a través de ellos.

Para mi desgracia su respuesta no es sencilla. Todo lo contrario, tan complicada que me asfixia por dentro.

—¿Y cómo lo logras?

Tiemblo cuando una de sus manos me coloca un mechón de pelo por detrás de la oreja.

—Júntate conmigo y lo verás. —confiesa en un susurro con su boca muy cerca de la mía.

Jerónimo ha causado que lo que había temido desde el principio se esté volviendo real porque cada vez que estoy con él, lo siento un poco más y mi corazón no sabe por qué camino ir, ni qué secretos liberar. 

Los secretos que escondemosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora