CAP 12

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ROM:

Me encuentro fuera de la casa de la familia Rodríguez. Suelto el aire, nerviosa y me acomodo el cabello por cuarta vez durante los últimos dos minutos. ¿Pero qué me pasa? Vale, tengo que relajarme cuánto antes.

Hemos llegado a las cinco en punto porque mi hermano quería estar minutos antes de la cita. Pues resulta que, al llegar de la universidad, Rodrigo corrió a contarme que hoy la hermana pequeña de Jero lo había invitado a jugar a su casa. Así que aquí estoy a punto de saludar dejar a mi hermano y regresar a mi cuarto para terminar de escribir el capítulo de la mañana. Sencillo y rápido.

—Romi, ¿ya puedo tocar el timbre? —me pregunta mi hermano como si no entendiera que estamos haciendo parados fuera de la puerta.

Una vez que aprieta el botón, juego con mis pulseras. Y espero mientras se oyen los pasos desde adentro. Y cuando la puerta se abre me vuelvo todavía más inquieta.

Me quedo bloqueada al ver a Jerónimo. Por supuesto que lo iba a poder ver, sí es su casa. ¿Qué esperaba? Se ha cambiado de ropa y ahora trae unos pantalones para hacer ejercicio. Y lo más importante: no trae playera y puedo ver su torso desnudo a plena la luz del día... Trago saliva, ¿cómo le hace para tener ese cuerpo? Parece que los nervios me hacen pensar estupideces.

Jerónimo me mira con las cejas disparadas al darse cuenta de dónde tenía fijados los ojos hace un segundo.

—¿Qué haces aquí, trenzas? ¿Viniste a verme? —pronuncia con una sonrisa tonta al tiempo que se cruza de brazos.

—Claro que no, vengo a dejar a Rodrigo. —señalo a mi hermano quien corre a darle un abrazo.

—¿Cómo has estado, amigo? —Jero le revuelve el cabello. Por lo visto, parece que a él sí le da gusto verlo.

—Pasa querida. —una voz femenina me llama desde la cocina. —Jerónimo no dejes a nuestros invitados fuera. —le reclama.

Por la forma en la que Jerónimo se está agarrando el puente de la nariz como si necesitara un poco de espacio, creo que está claro que no quiere que yo entre a su casa y quizás debería irme.

—¿Invitados? ¿De quién?

Carla llega a la puerta con una enorme sonrisa. Lleva el cabello recogido en una trenza y uno de sus mandiles de flores.

—Míos, por supuesto. Ah, y de Regina también. —ambas me dan un gran abrazo.

Jerónimo cede y se aparta de la puerta, dejándonos entrar. Noto su mirada en la nuca cuando sigo a su abuela por la casa hasta llegar al jardín en el que mi hermano va corriendo a subirse a la casa del árbol en compañía de su amiga.

—Bueno, yo regreso por él en un rato, si está bien.

Rechaza el comentario con un gesto.

—Tonterías. Hice tus galletas favoritas, no le puedes decir que no a esas. —contradice levantando una ceja.

Al principio voy a negarme, pues no es como esperaba pasar mi tarde y voy algo atrasada en los continuar con mi historia. Pero entonces los ojos de Carla se clavan en los míos y veo algo que me parte el corazón. Soledad y esperanza. Ella es feliz cuando la casa está hecha un caos, llena de niños corriendo y risas.

—De acuerdo, me convenciste. Me quedaré un rato.

Todo su rostro se ilumina.

—Así que por eso estabas cocinando. —añade Jero quien está sentado sobre el sillón con una botella de agua en la mano.

Carla se gira hacia él para negar con la cabeza.

—Querido nieto, haznos un favor y busca algo de ropa. Estoy segura de que Rom no quiere andar viendo eso.

Los secretos que escondemosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora