ROM:
Nos acomodamos en nuestros puestos: Ale y yo, Jero y Carlos. Nada más al acercarme me llega por la nariz el fuerte olor del alcohol, y al instante el recuerdo de mi padre se me viene a la mente porque cuántas veces había llegado apestando, cuántas veces se había pasado con su temperamento. Había probado el alcohol como la mayoría durante la adolescencia, pero nunca había llegado a más porque la simple idea de beber de verdad, de no poder tener el control, de que pudiera llegar a lastimar a alguien... ni siquiera podía pensar en eso.
Con los nervios hasta arriba por miedo a ser juzgada, les digo que yo no bebo y estoy consciente de que es algo muy raro y extraño para una chica de mi edad, por lo que se me haría normal si decide cambiar de pareja o prefieren que abandone el juego porque lo que todos querían era ponerse hasta arriba de todo lo que se les pusiera enfrente para poder pertenecer a un grupo y olvidarse un rato de los problemas que tenían, de las preocupaciones, del mundo en general. Pero me sorprende cuando ellos ni una sola vez se burlan de mí por no querer tomar, ni intentan hacerme cambiar de opinión, lo que me hace sentir bien conmigo misma.
—¡Yo me tomo lo tuyo! —Carlos asegura sin ninguna traba.
—Yo te ayudo. —se ofrece su novia.
—No lo creo, amor. Uno de los dos debe de estar al tanto de las locuras que hacemos. —Ale no parece muy contenta con su respuesta.
Por supuesto que si no vamos tan mal es sólo porque Ale es buenísima, tiene una puntería tan exacta que ha salvado que perdamos y ha puesto un tanto más borrachos a nuestros contrincantes. Yo, por el contrario, me trato de concentrar lo más que puedo, respiro, cierro un poco los ojos como si eso me diera una visión más amplia y cuando llega la hora de tirar, la bola llega tan lejos del objetivo que le pego sin querer a Carlos en el hombro; se escuchan varios uuuh de la gente que nos está viendo y varias risas, entre ellas la de Jerónimo y me descoloca por un segundo porque es la primera vez que lo oigo reír desde que volví.
—¡Idiotas, ninguno de ustedes podrá vencerme! —exclama una Ale muy competitiva que no había visto antes. Suelto una carcajada. Literalmente en su genética debe de tener un hígado muy aguantador porque yo definitivamente ya estaría vomitando por los rincones después del tercer shot.
Me da mucha gracia como parecía que todos los chicos seguían teniendo mi edad por cómo gritaban cada que uno anotaba, en especial Pablo y María. Con desgracia debo de admitir que mis enemigos son los que están en racha, pues no fallaban ninguna y eso era porque todavía no están tan borracha como mi nueva amiga y ellos sí que podían tirarle al vaso. Mis ojos se desvían hacia Jerónimo quien lanza la última pelota y lo hace muy mal a propósito, literalmente lo lanza al otro extremo de dónde tenía que haber tirado y para mí es tan obvio que no entiendo cómo el resto está riéndose y abucheándolo. ¿Por qué había perdido adrede? ¡Hemos ganado y no he atinado casi ninguna! Sin rechistar, él agarra un chupito y se lo bebe en menos de un segundo.
Jerónimo me observa fijamente, pero no cómo yo quería que lo hiciera, sus ojos recorren todo mi cuerpo de abajo hacia arriba antes de caminar a la dirección en la que estoy.
—A la próxima habrá revancha, Romi. Esto no puede quedar así. —propone.
Me paso el resto de la noche platicando con ellos e intentando conocerlos mejor. Los primeros cuarenta minutos son un poco raros, pues tanto Ale como María se esfuerzan por incluirme en la plática; hasta que al final agarro un poco de confianza y me suelto a hablarles. Descubro que ellas dos y sus novios son un grupo muy peculiar. Ale es una bailarina espectacular que da clases en un estudio de ballet. A Pablo le encanta todo lo relacionado con la música. A María le apasiona escribir libros y está estudiando literatura. Y luego están los hermanos Rodríguez: Carlos quién está estudiando medicina y Jerónimo que lleva prácticamente una hora sin decir ni una palabra y lo único que hace es mirarme con ganas de quererme matar.
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Los secretos que escondemos
RomansaRomina Rodríguez tiene prácticamente todo bajo control o al menos, eso es lo que cree... Pero, ¿todo seguirá igual después de regresar a ese lugar al que sigue anclada? ¿Su vida se tambaleará? ¿Qué sentirá al volver a verlo? Quien siempre ha cons...