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Su mundo se derrumbó por completo. Aquellos padres que solían adorarlo, ahora lo miraban con el mismo desdén con el que se observa un montón de basura podrida acumulada junto a una casa. Desesperado, ingresó a su habitación y se precipitó hacia su computadora, anhelando encontrar la carpeta llena de videos explícitos de Shizuka. Sin embargo, se encontró con que ya no estaba: la carpeta había desaparecido por completo. Para empeorar las cosas, los videos de Yuka e Irina, las estudiantes que había logrado engañar de un colegio cercano, también se habían esfumado. En su lugar, se topó con un sorprendente y desagradable descubrimiento, un gran mono morado que no cesaba de mostrarle su dedo medio en señal de burla.

Pronto, la pantalla de su computadora se volvió completamente negra, dejando únicamente al mono ocupando todo el espacio. Cerca de la boca del mono, surgió un cuadro de texto con la palabra "perdedor", que se repetía sin cesar al mismo tiempo que el mono continuaba mostrándole su dedo medio en un gesto desafiante. La atmósfera se llenó de una sensación opresiva mientras el insulto se repetía incansablemente, recordándole su aparente derrota y ridiculizándolo aún más.

El teléfono sonó casi al mismo tiempo que el timbre de la casa. Mientras descendía hacia la puerta, revisó apresuradamente decenas de mensajes, cada uno más amenazador que el anterior. Al abrir la puerta, se encontró con un joven de su misma edad y un hombre de unos 40 años, cuyas miradas parecían desear su muerte.

—¿Quiénes...? —murmuró antes de callarse al reconocer al hombre como el padre de Irina y al joven como el hermano de Yuka—. Miren, sé que deben estar enojados después de ver el video que está circulando... pero quiero que sepan que no les hice nada parecido, ni a Irina ni mucho menos a Yuka.

El hombre sonrió de manera sarcástica y murmuró: —Ya veo...— Casi al instante, Dekisugi soltó un suspiro de alivio, pero su alivio fue efímero.—¿En serio pensaste que te creeríamos? —agregó, agarrando a Dekisugi del cuello de la camisa y sacándolo bruscamente de la casa—. No debiste meterte con mi hija —musitó con resentimiento antes de propinarle un fuerte golpe en el estómago.

—Y tampoco debiste meterte con mi hermana —dijo el joven, antes de comenzar a golpearlo repetidamente con patadas.

La paliza duró cinco minutos en los que nadie, ni siquiera sus propios padres, hicieron algo por defenderlo. Después de ese tiempo, el joven y el hombre se marcharon, amenazándolo con consecuencias aún peores si volvían a verlo cerca de Irina y Yuka.

Allí, tendido en el suelo y tratando de recobrar el aliento, escuchó el sonido de su teléfono. Era un correo electrónico del Instituto de Tecnología de Tokio, una institución que en varias ocasiones le había asegurado un lugar garantizado en sus instalaciones una vez que terminara la escuela secundaria:

Estimado/a Hidetoshi Dekisugi,

Lamentamos informarle que, tras revisar detenidamente su expediente académico y su comportamiento, hemos decidido revocar su admisión a nuestra universidad. En nuestra institución, mantenemos altos estándares éticos y morales, y hemos determinado que su conducta no cumple con nuestros principios fundamentales. Valoramos un ambiente seguro, inclusivo y respetuoso para todos nuestros estudiantes, y no podemos tolerar acciones que vayan en contra de esos valores.

Entendemos que esta noticia puede resultar decepcionante para usted. Le deseamos éxito en sus futuros esfuerzos educativos.

Atentamente,

Arata Kaisaki

Representante de Admisiones

Instituto de Tecnología de Tokio

Una risa hueca escapó de sus labios mientras se levantaba y regresaba a su habitación. Al abrir la puerta, se encontró con el mono todavía en la pantalla de su monitor. Ese fue su punto de quiebre. Sin pensarlo dos veces, agarró su computadora y la azotó repetidamente contra el suelo, pronunciando una y otra vez que haría pagar a Nobita.

La frustración y la ira se habían apoderado de él, y en ese momento, su reacción fue desahogarse de manera destructiva. El sonido de los golpes resonaba en la habitación mientras su determinación de vengarse se fortalecía. Cada golpe contra el suelo era una afirmación de que encontraría la manera de hacer pagar a Nobita por todo el daño que le había causado. Su mirada se dirigió hacia el porche en su patio, y una enorme sonrisa se dibujó en su rostro. Ya había ideado cómo iba a hacerle pagar.

°°°°

Nobita soltó un suspiro triste—¿tienes que irte?—le preguntó a Mercy, ya hace más de una hora que se habían despedido de Connie.

Mercy también puso una mirada triste—Sí, no sé qué es lo que pasó, pero recibí una llamada urgente de mi planeta—pronto tomó su forma semi-celestial y levitó un poco—No te preocupes, tan pronto como arregle el problema regresaré... recuerda que somos tú y yo contra el mundo—con eso dicho, voló hasta perderse de la vista de Nobita.

Nobita volvió a su apartamento, completamente ajeno a dos hombres enviados por los presidentes del mundo que lo estaban vigilando.

Un nuevo día llegó. Nobita se levantó. Su madre ya hacía mucho que se había ido al trabajo. Mientras desayunaba, le llegó un mensaje: "cementerio". Esa sola palabra le heló la sangre y prácticamente se dirigió lo más rápido que pudo hacia el sitio.

Cuando llegó, vio a Dekisugi parado con un martillo en la mano, al lado de la lápida de su padre completamente destruida—Sabes, me preguntaba cómo hacerte sentir algo de lo que me provocaste... pensé en dañar a alguien cercano a ti—murmuró Dekisugi antes de negar—Cliché, y estoy seguro de que no habría dejado huella en ti—con una sonrisa, batió el martillo entre sus brazos—Luego recordé a tu padre muerto, qué mejor que tener para siempre el recuerdo de su lápida destruida—

Los ojos de Nobita parpadearon entre su color normal y el violeta, su enojo empeoró con la risa desagradable de Dekisugi. Su forma humana se desvaneció y, antes de que Dekisugi pudiera hacer algo, lo tomó del cuello y se lo llevó volando.

Dekisugi inútilmente trató de resistirse, sin embargo, no podía evitar sentir que su cuello se rompería en cualquier minuto. En la E.A.N.U., varias alarmas sonaron y Miyoko se dirigió de inmediato a ver qué sucedía. Cuando llegó, vio cómo Nobita tenía a Dekisugi a al menos 300 metros sobre el nivel del mar, con toda la intención de matarlo.

Miyoko abrió la compuerta de su nave: —¡Espera, no sé qué hizo, pero no se resolverá así! — gritó, pero Nobita no reaccionó. —Piensa en lo que dirían Nova y Mercy... ¡piensa en lo que diría tu padre! — Solo entonces Nobita reaccionó y lo soltó. Miyoko le lanzó una boya salvavidas.

Si bien habían salvado a Dekisugi, Nobita había cometido el error que varios presidentes del mundo esperaban. Ahora, lo único que le esperaban eran problemas.

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