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El sonrojo desapareció del rostro de Connie, dejando lugar a una expresión de completa desconcertada. Aquella confesión la había dejado descolocada por completo. Ahora, con la mente más clara, era evidente que algo andaba mal. Intentó llamarlo repetidamente, pero sus llamadas quedaron sin respuesta, lo que aumentó su preocupación.

Connie comenzó a pasear de un lado a otro, sintiéndose inquieta y con el corazón latiendo aceleradamente. Murmuró para sí misma: —Necesito regresar al siglo XXI—. Sin dudarlo, metió la mano en su bolsillo y extrajo un mini Dora de color celeste. Con una determinación nerviosa, le dijo al pequeño robot: —Escúchame atentamente, tengo que ir al siglo XXI. Mientras tanto, tú estarás a cargo del parque—. El pequeño Dora asintió, realizando un saludo militar.

En ese preciso instante, la puerta de su despacho se abrió y Doraemon entró visiblemente preocupado. —Menos mal que estás aquí—, murmuró acercándose rápidamente a ella. —¿Dime, algo ha sucedido con Nobita?—, preguntó, ganándose una mirada confundida de Connie, quien no había compartido con nadie su visita al chico

—No entiendo—, susurró Connie, sintiendo cómo sus manos temblaban ligeramente, producto de su inquietud. Esperaba que el robot niñera tuviera una explicación.

Doraemon mostró signos de nerviosismo, comenzando a sudar. Se había excedido al hablar. —Bueno...—, titubeó, incapaz de revelar que en el álbum del futuro Connie había reemplazado a Shizuka, ni tampoco mencionar que las fotografías se estaban volviendo borrosas, como si el futuro hubiese sido abruptamente interrumpido. —Supuse que habías ido a verlo—, mintió, soltando un suspiro de alivio al ver que Connie le creyó.

Connie negó con la cabeza, sus ojos mostraban la ansiedad que la invadía. —No sé si algo le ha sucedido, pero ahora mismo me dirijo al siglo XXI para verlo... ¿Quieres venir?—, le propuso, sintiendo cómo su corazón latía aún más rápido, anticipando la respuesta de Doraemon.

Doraemon mostró cierta renuencia, temiendo que Nobita volviera a entristecerse cuando tuviera que despedirse de él nuevamente. —Doraemon, créeme, le hará mucho bien verte y hablar contigo—, insistió Connie con un tono emotivo, intentando transmitirle la importancia de su presencia en ese momento crucial. Doraemon la miró con curiosidad. —...No soy yo quien debe contártelo—, murmuró, preocupado, pero dejándose convencer por el profundo deseo de Connie de ayudar a su amigo. Siguió a Connie hacia la entrada de la máquina del tiempo, sabiendo que su compañía sería invaluable en aquel encuentro.

°°||

Mercy soltó un largo suspiro mientras regresaba a la torre principal. Hace unos minutos le habían informado que su traje estaba finalmente listo. Al entrar, uno de los científicos se apresuró hacia ella.

—Disculpa el retraso—, dijo el científico, —pero según lo que nos contaron los habitantes del planeta MNS-3, aún son bastante primitivos. Por eso decidimos diseñar un traje especial para el semi-celestial de allí—.

El mal humor de Mercy se disipó y agradeció: —Gracias, estoy segura de que le encantará—, murmuró mientras se acercaba a los dos trajes negros. Luego, dirigió una mirada de agradecimiento al resto de los científicos, quienes respondieron con sonrisas.

Mercy asintió y formuló su solicitud: —Me gustaría que enviaran los planos al planeta Nova ya le informe sobre lo que esta sucediendo sin embargo en caso de que sean atacados me gustaría que se mantenga a salvo—.

—Por supuesto, ya hemos enviado los planos a los 4500 planetas conocidos de la galaxia, todos los cuales cuentan con celestiales—, respondió uno de los científicos. Luego añadió: —Supongo que tienes la intención de regresar al planeta MNS-3, ¿verdad?—

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