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Shizuka soltó un largo suspiro mientras se levantaba de la cama. Con una sensación de pesadez, se sentó y dirigió su mirada hacia el escritorio. Allí reposaba un portarretratos con la foto de ella y Dekisugi, que aún no había tenido fuerzas para quitar. El cansancio del día anterior se lo había impedido.

Con pasos lentos, se acercó al cuadro y lo tomó en sus manos. Un susurro lleno de resentimiento escapó de sus labios: —... maldito desgraciado —. Sin vacilar, abrió el portarretratos y desgarró la foto en pedazos. Una sonrisa satisfecha apareció en su rostro. Sorprendentemente, ya no sentía la tristeza que antes la atormentaba. De hecho, lo sucedido ayer parecía distante, muy distante.

La puerta de su habitación fue abierta por su madre, quien la miraba con preocupación. —¿Te sientes mejor? —le preguntó, ya que el día de ayer su hija no había parado de llorar. Shizuka asintió firmemente con una sonrisa. —Si quieres, hoy puedes faltar al colegio —le dijo, no del todo convencida de que su hija haya superado lo del día de ayer.

Shizuka negó con un fruncimiento de ceño decidido. "Voy a ir al colegio", declaró mientras se encaminaba hacia la salida de su habitación. No permitiría que lo que Dekisugi le había hecho arruinara su vida.

Ambas descendieron al comedor en un silencio pesado, mientras su madre preparaba el desayuno. Con una sensación aprensiva en el estómago, Shizuka tomó su teléfono, sin encenderlo desde el día anterior por miedo a recibir mensajes desagradables. Aunque hoy se sentía mejor y estaba resuelta a enfrentar cualquier cosa.

Con las manos temblorosas, desbloqueó su teléfono y encontró 25 mensajes sin leer. Un nudo se formó en su estómago mientras los revisaba, preparándose para lo peor. Diez minutos después, bajo la atenta mirada de su madre, había leído todos los mensajes. Para su sorpresa y alivio, ninguno de ellos era ofensivo; de hecho, todos eran mensajes de apoyo.

Un suspiro de alivio escapó de los labios de Shizuka, su temor sobre lo que podría suceder en el colegio se disipó. Había encontrado consuelo en las palabras de aliento de sus amigos y compañeros.

—Definitivamente iré al colegio —afirmó con convicción, sintiendo cómo la seguridad y la confianza volvían a apoderarse de ella.

Aún con el teléfono en su mano, recibió un mensaje que contenía un video de una de sus amigas. Al reproducirlo, pudo ver cómo un ser humanoide arrastraba a alguien que ella reconoció como Dekisugi por el cuello. Al finalizar el video, apareció un hombre de unos 30 años con una camiseta blanca que tenía las iniciales O.V.N.I. en ella, lanzando teorías conspirativas. Una sonrisa apareció en su rostro ante la idea de que los extraterrestres sin eran reales le metieran una cánula por el culo a Dekisugi.

°°°

Tamako soltó un largo suspiro mientras grababa varios documentos, y con esto están listos, murmuró mientras los ponía en un sobre de manila. El teléfono en su escritorio sonó y contestó, diciendo: —Sí, dígame—.

—Señora Nobi, necesito que venga a mi despacho por favor—, dijo una voz al otro lado de la línea.

Tamako se levantó y fue hacia el despacho de su jefe de inmediato. Cuando entró, lo encontró hablando con otro señor.

—Mucho gusto, mi nombre es Owen, soy un delegado enviado por la E.A.N.U—, se presentó estirando su mano. Tamako se la estrechó. —Supongo que no ha visto el video que está circulando, ¿verdad?—. Tamako asintió sin entender qué hacía alguien tan importante hablando con ella, siendo solo una simple oficinista. —Tiene que acompañarnos en el camino, le contaré todo—.

Tamako puso un rostro preocupado y preguntó: —¿En este momento?—. Owen asintió con la cabeza. —Lo lamento mucho, pero no iré. Si desaparezco así sin más, preocuparé a mi hijo—.

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