Tinta y pergamino

Capitulo 20

Después del segundo ataque de Sirius Black, Eliza notó que estaba siendo observada por los maestros. La monitorearon entre clases y cada uno encontró muchas excusas para hablar con ella mientras caminaban hacia la siguiente clase de Eliza. Lupin había intentado una vez unirse a la basura de "debemos proteger a Eliza Potter", pero una rápida mirada lo había visto pronto darse por vencido. El hombre sabía que podía lanzar un patronus, no tenía mucho de qué preocuparse. Aunque era muy inconveniente realmente, para uno no necesitaba protección contra Sirius Black y para otro hacía que escabullirse para usar su volteador de tiempo fuera una tarea absolutamente hercúlea.

Narcissa y Lucius le habían enviado una carta para ver cómo estaba y Eliza estaba encantada de descubrir que Narcissa también le había empacado algunos dulces. Draco había puesto los ojos en blanco con cariño cuando Eliza había cantado encantada sobre el paquete de dulces y Eliza los compartió con su corte. Narcissa fue la mejor.

Afortunadamente, a principios de marzo las cosas parecían haberse calmado un poco, al menos en lo que respecta a Sirius Black. Ahora, lo único de lo que Eliza tenía que preocuparse era de evitar que los estudiantes de OWL y NEWT tuvieran una crisis nerviosa cuando la temporada de exámenes comenzó a levantar su fea cabeza.

Daphne y Blaise generalmente manejaban cualquier avería cercana, Eliza no era exactamente la presencia reconfortante necesaria para la mayoría de sus Slytherins. ¿Pep habla? Seguro. ¿Intimidar a los profesores? Absolutamente. ¿Atacar violentamente a cualquiera que se atreviera a burlarse de un miembro de su casa? Fue un placer para ella.

¿Pero consolar a la gente? Ella lo apestaba absolutamente.

Por eso Daphne la había echado de la sala común ordenando a Draco que la cuidara para que Blaise pudiera controlar los daños en paz y consolar a algunos estudiantes angustiados. Era más o menos en esa época del año cuando se entregaban exámenes simulados por docenas, Eliza no podía culparlos por estar angustiada.

Eliza no se quejó mucho de haber sido expulsada, sabía dónde estaban sus puntos fuertes y no estaba allí. Para eso estaba su corte.

Draco la había arrastrado hasta el campo de quidditch, hacía frío pero no hacía frío y Eliza estaba más que feliz de jugar algunas rondas de buscador contra buscador con Draco, quien le prestó su viejo nimbo 2000. No había nada como volar, el frío mordiéndola mientras corría por el aire, persiguiendo el viento. Además, Draco casi tuvo un ataque al corazón cuando intentó cualquier inmersión arriesgada y eso siempre fue divertido de presenciar.

Fueron dos juegos en cuando Eliza notó algo claramente extraño.

Había un perro en las gradas, uno grande y peludo que se parecía ligeramente al sombrío. Podría haber jurado que lo había visto antes, algo al respecto tirando de su memoria. Los observaba con una precisión asombrosa, moviendo la cola ferozmente cada vez que Eliza hacía una inmersión arriesgada. Ella y Draco lo llamaron allí para el día en que comenzó a llover e hicieron la caminata de regreso al castillo. Eliza no podía dejar de pensar en el hacer. Una cosa era definitiva, ese no era un perro normal.

No terminó ahí. Comenzó a ver al perro cada vez más, en el camino para cuidar criaturas mágicas, en su camino de regreso de la herbología. Ella no mencionó sus sospechas a su corte, no todavía. Para todos, Eliza sabía que podía ser un perro normal, pero Eliza nunca había tenido mucha experiencia en lo normal.

Fue el siguiente fin de semana que llegó a un punto crítico.

"Eliza, lo juro por Merlín que si no te detienes, te mataré", dijo Daphne en voz baja con intenciones asesinas. Eliza detuvo su ritmo y se volvió para mirar a la rubia que estaba organizando sus tarjetas (los muggles no eran buenos para mucho, pero eran buenos para eso. Venció haciendo notas de revisión en pergamino)