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"¿Dónde demonios te escondiste? Te busqué por el maldito colegio y no te hallé. Empecemos a conocernos, te advierto que una de las cosas que me joden la paciencia y que acabo de descubrir, es no saber de ti.
Evita repetirlo."
Hice trozos el papel y lo eché a la basura, furiosa por el día que dejé atrás y el atrevimiento irrespetuoso de quien sea, se atreva a invadir mi intimidad.
Como si no tuviese suficiente con la noche espantosa que pasé, encontré una nota más al llegar drenada de vida de clases, apestosa a ese calabozo inmundo, con la mano herida por la quemadura.
Era un cobarde, tenía que recurrir a la intimidación, el acecho, como un arma contra mí, porque no tenía la valentía de darse a conocer. Por supuesto que le gustaba el jueguito de las notas, si quería matarme lo hubiese hecho, ¿o es que planeaba tratarme como estúpida antes de quitarme la vida? Debía ser un psicópata de esos que publican los diarios, Uma lo comentaba, hombres que mataban movidos por el placer y nada más.
¡Pues que se hiciera presente! Que se revelara, no planeaba lidiar con un tormento más.
En la cena del viernes, papá me sometió a una reprimenda que duró todo el desayuno, recibió la noticia de mi pésimo comportamiento de parte de Melhor. Ni siquiera hice el intento de levantar la mano para mostrarle la herida, no le importaría y quizás hubiese contestado que merecía una peor.
La noche estuve alerta, el sueño me venció entrada la madrugada.
El sábado lo pasé encerrada en mi recámara, atenta a la ventana. En la noche me aventuré hacia el mausoleo a visitar a mi madre, quise adornar su tumba con flores que recogí en el colegio. Le conté los momentos agradables que pasaron en mi vida desde la última vez que fui hasta ella, tuve que mentirle porque duraría muy poco la visita.
En la noche apagué la vela y me hice un ovillo, me desentendí de los libros y fingí dormir, quise estar atenta ante cualquier sonido o movimiento, le daría tiempo a manifestarse y en cuanto estuviese cerca, le golpearía con el candelabro, Dios tomaba dominio de mis manos. Para mi defensa, evidentemente.
En la mañana del domingo, me desperté sobresaltada por los golpes de Tully en la puerta. Descargué mi frustración y enojo aporreando la almohada con la mano sana, se las ingenió para pasar desapercibido en mi sueño, había una nota a mi lado en la cama.
"¿Te han dicho que roncas cuando duermes? No pierdes tu belleza ni en tus momentos menos agraciados."
Tuvo el mismo destino que las anteriores. Hecha pedazos en la basura.
La eucaristía de la noche pasó en un parpadeo. Las celebraciones de pascua culminaron, dejando un ambiente festivo en la comunidad. Recibí muchos abrazos y besos en nombre del Señor, y me sentí la hipócrita más grande del salón cuando recibí la hostia.
La muchedumbre entraba y salía del templo, tomé mi crucifijo y jugaba nerviosamente con él, mi padre charlaba jubiloso con un amigo feligrés, el señor Bauer, conocía su cara desde la primera misa a la que asistí. Esperaba que terminase para irnos a casa, quería largarme de allí, no tenía ganas de ver a nadie.
—Agnes, hija—papá me hizo una seña para que me acercase—. Ve a dar un paseo por los alrededores con el joven Rodrik, su padre y yo tenemos asuntos de que conversar.
Un mal presagio se estancó debajo de mis clavículas. El muchacho de cabello castaño y ojos del color de las avellanas, se acercó después de que su padre lo llamase como si fuese su mascota.
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La Petite Mort I
RomanceDel fran. 'La Pequeña Muerte'. Acto de melancolía y trascendencia del espíritu al alcanzar la cúspide del éxtasis sexual. ... Criada en el seno de una familia de estrictas...