capítulo 19*

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—¡¿Qué demonios acabas de hacer, David Ledger?! —Una voz interrumpe mis movimientos y pensamientos

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—¡¿Qué demonios acabas de hacer, David Ledger?! —Una voz interrumpe mis movimientos y pensamientos. No cualquier voz; la voz más fría que he escuchado. Es como si no hubiese vida en el hombre que la porta.

La voz de mi padre.

Otra vez el silencio me envuelve.

Prefiero que me grite, que me amenace con no dejarme dormir en la casa esta noche, que me diga que soy un malcriado, lo que sea, pero no el silencio. Odio el silencio, no puedo tolerarlo.

Sigo llorando cuando levanto la mirada y miro, a través del espejo, que él se acerca a mí. Una vez que llega a donde estoy me agarra del brazo con fuerza. Su agarre duele, pero no digo nada; ya la he cagado lo suficiente. Veo que le dice algo al modista, mas no soy capaz de escucharlo.

No puedo escuchar nada que no sea el ensordecedor silencio que me envuelve, enloqueciéndome.

Después de unos segundos hablando con el señor, tira de mí hasta el auto. Me empuja con fuerza en el asiento y luego, cuando se sienta en el asiento de piloto, maneja.

No hay ruido en todo el camino a casa.

Cuando llegamos, él se baja rápido y viene a mi lado. Abre la puerta con fuerza, vuelve a agarrar mi brazo y me lleva hasta la casa. No soy capaz de reaccionar, simplemente me dejo tironear.

En cuanto abre la puerta, me empuja hacia adentro, haciendo que caiga al suelo. Logro escuchar un sonido de sorpresa salir de la boca de mamá, y la veo acercarse, pero no hace nada para ayudarme a levantarme. Cuando estoy por hacerlo, algo hace que vuelva a caer.

Siento el impacto en mi mejilla antes de comprender lo que sucede. Es cuando vuelvo a estar en el suelo que me doy cuenta que mi padre me ha pegado. Me giro para poder verlo mientras llevo una mano a mi mejilla, tratando de calmar el ardor que se esparce a lo largo del lado izquierdo de mi cara. Pero el dolor no se va. Y él tampoco.

Mi padre empieza a gritarme.

Las lágrimas vuelven a caer.

Dos golpes más lastiman mi cara.

Mi madre se queda viendo todo, no se mueve.

Más gritos.

Más lágrimas.

Un cuarto golpe cae sobre mi cara, haciendo que el costado de mi cabeza impacte contra el suelo con fuerza. Luego, todo se calma. Todo se vuelve negro y silencioso, y me dejo llevar por esa oscuridad, pero no sin antes escuchar una especie de campanilla.

Tampoco me agrada este silencio.

Hasta que nos volvamos a encontrar [#3.5]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora