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❝ ¡Perdí a mi madre! ¡Y está noche por poco pierdo la vida por culpa de Voldemort!...❞
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Emma despertó en medio de tal calidez y somnolencia que no abrió los ojos, esperando volver a dormirse. La sala seguía a oscuras: estaba segura de que aún era de noche y de que no había dormido mucho rato.
Luego oyó cuchicheos a su alrededor.
—¡Van a despertarla si no se callan! — dijo Tony.
—¿Por qué gritan así? No habrá ocurrido nada más, ¿no? — preguntó Natasha.
— No me importa, pero si no se callan voy a salir a hacerlos callar — dijo Yelena.
— ¡Shhh, ustedes también callense! — dijo la voz de Wanda.
Emma abrió perezosamente los ojos.
Pudo distinguir junto a ella las siluetas borrosas de sus padres, los gemelos y de Yelena, Peter seguía acostado a su lado.
Emma también los oía: gente que gritaba y corría hacia la enfermería.
— Ya sé que es lamentable, pero da igual, Minerva — decía Cornelius Fudge en voz alta.
— ¡No debería haberlo metido en el castillo! — gritó la profesora McGonagall. — Cuando se entere Dumbledore…
Emma oyó abrirse de golpe las puertas de la enfermería. Sin que nadie se diera cuenta, porque todos miraban hacia la puerta mientras Natasha retiraba el biombo, Emma se sentó en la cama.
Fudge entró en la sala con paso decidido. Detrás de él iban Snape y la profesora McGonagall.
— ¿Dónde está Dumbledore? — le preguntó Fudge a la señora Weasley.
— Aquí no — respondió ella, enfadada. — Esto es una enfermería, señor ministro. ¿No cree que sería mejor…?
Pero la puerta se abrió y entró Dumbledore en la sala.
— ¿Qué ha ocurrido? — inquirió bruscamente, pasando la vista de Fudge a la profesora McGonagall. — ¿Por qué están molestando a los enfermos? Minerva, me sorprende que tú… Te pedí que vigilaras a Barty Crouch…