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❝ No seas tonto, nadie se puede morir por ver a un perro... ❞
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Emma y Ron se adentraron al gran comedor y esperaron junto a los gemelos weasley para la selección.
— ¿Eres de Gryffindor? — le preguntó Ron al ver que la chica tomaba asiento en la mesa de su casa, éste pensó que al ser nueva, ella tendría que hacer también la selección.
— Si, Ron, ya he venido aquí en primer año — le respondió sin importancia.
— ¡Pss, pss, hey tú! — chitaron los gemelos.
— ¿Que quieren? — preguntó Ron.
— Tú no, ella — le respondió George señalando a la castaña.
— Hola, fotocopias, ¿Que quieren? — les contestó.
— Mira, Georgie, si, si es ella, los rumores eran ciertos Emmita Romanoff está de regreso — Fred codeo a su gemelo.
— Silencio, Freddie, creo que ahora debemos llamarla Emma Stark — le codeo éste, mientras levantaba una ceja hacia la chica.
— Que molestos que son, llámenme como quieran, da igual — les sonrió la ojiverde.
— Tienes mucho que contarnos — le dijo Fred.
— Si luego, ahora callense que quiero ver la selección — le contestó Emma.
La selección comenzó y los nuevos alumnos de Hogwarts obtenían casa por medio del Sombrero Seleccionador, que iba gritando el nombre de la casa más adecuada para cada uno (Gryffindor, Ravenclaw, Hufflepuff, Slytherin).
Harry y Hermione volvieron y se sentaron a ambos lados de Ron, que les había guardado los asientos.
— ¿De qué iba la cosa? — le preguntó a Harry.
Comenzó a explicarse en un susurro, pero entonces el director se puso en pie para hablar y Harry se calló.
El profesor Dumbledore, aunque viejo, siempre daba la impresión de tener mucha energía. Su pelo plateado y su barba tenían más de medio metro de longitud; llevaba gafas de media luna; y tenía una nariz extremadamente curva. Solían referirse a él como al mayor mago de la época.
— ¡Bienvenidos! — dijo Dumbledore. — ¡Bienvenidos a un nuevo curso en Hogwarts! Tengo algunas cosas que deciles a todos, y como una es muy seria, la explicaré antes de que nuestro excelente banquete los deje aturdidos — Dumbledore se aclaró la garganta y continuó. — Como todos saben después del registro que ha tenido lugar en el expreso de Hogwarts, tenemos actualmente en nuestro colegio a algunos dementores de Azkaban, que están aquí por asuntos relacionados con el Ministerio de Magia. — Se hizo una pausa. — Están apostados en las entradas a los terrenos del colegio y tengo que dejar muy claro que mientras estén aquí nadie saldrá del colegio sin permiso. A los dementores no se les puede engañar con trucos o disfraces, ni siquiera con capas invisibles. No está en la naturaleza de un dementor comprender ruegos o excusas. Por lo tanto, los advierto a todos y cada uno de ustedes que no deben darles ningún motivo para que les hagan daño. Confío en que los prefectos y los nuevos delegados se aseguren de que ningún alumno intenta burlarse de los dementores.