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❝ Le pusiste poción de la suerte... ❞
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Como era habitual en esas ocasiones, a la hora del desayuno reinaba un ambiente de gran agitación: los alumnos de Slytherin silbaban y abucheaban ruidosamente cada vez que un jugador del equipo de Gryffindor entraba en el Gran Comedor.
La abigarrada mesa de Gryffindor, que se veía como una masa compacta roja y dorada, prorrumpió en aplausos cuando Ron y Harry entraron. Emma iba tras de ellos.
— ¡Ánimo, Ron! — gritó Lavender. — ¡Sé que vas a jugar muy bien!
— ¿Te sirvo té? — le ofreció Harry. — ¿Café? ¿Zumo de calabaza?
— Lo que quieras — respondió un desanimado Ron, y se puso a mordisquear una tostada.
— ¿Y a mi por que no me ofreces servirme el desayuno, Hazz? — comentó Emma entrecerrando los ojos.
— Bien, ¿Te sirvo té, café o que quieres, Em? — Harry rodó los ojos con una sonrisa.
— Nada, ya me sirvo sola. Mejor sigue atendiendo a Ronnie — se rió ella.
Pasados unos minutos llegó Hermione. Se paró a su lado mientras buscaba un sitio en la mesa.
— ¿Qué tal están? — les preguntó, y contempló la nuca de Ron.
— Muy bien — contestó Harry, que en ese momento intentaba hacerle beber un vaso de zumo de calabaza a su amigo. — Venga, bébete esto.
A regañadientes, Ron agarro el vaso y ya se lo llevaba a los labios, cuando de pronto Hermione exclamó:
— ¡No lo bebas!
Los tres la miraron.
— ¿Por qué? — preguntó Ron.
Hermione miró de hito en hito a Harry, como si no diese crédito a sus ojos.
— Le has puesto algo en la bebida — lo acusó.
— ¿Harry ahora quieres envenenar a Ron? — se burló Emma leyendo cuales eran sus intenciones.