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❝ Harry y Emma deberían ser nuestros líderes... ❞
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Cuando la sala de Menesteres apareció frente a Harry, Ron y Hermione los tres se sorprendieron. Emma sólo sonrió de costado al recordar la navidad del año pasado.
Una puerta de brillante madera había aparecido en la pared. Emma extendió un brazo, agarró el picaporte de latón, abrió y entró ella primera en una amplia estancia en la que ardían parpadeantes antorchas como las que iluminaban las mazmorras, ocho pisos más abajo.
Las paredes estaban cubiertas de estanterías de madera, y en lugar de sillas había unos enormes cojines de seda en el suelo. En unos estantes, en la pared del fondo de la sala, se veían una serie de instrumentos, como chivatoscopios, sensores de ocultamiento y un gran reflector de enemigos rajado que Emma estaba segura de haber visto el año anterior en el despacho del falso Moody.
— Esto nos vendrá muy bien cuando practiquemos hechizos aturdidores — comentó Ron con entusiasmo dándole unos golpecitos con el pie a uno de los cojines.
— ¡Y miren los libros! — gritó Hermione, emocionada, mientras pasaba un dedo por los lomos de los grandes volúmenes encuadernados en piel. — Compendio de maldiciones básicas y cómo combatirlas... Cómo burlar las artes oscuras... Hechizos de autodefensa... ¡Uf! — Radiante, se volvió y miró a Emma, quien comprendió que la presencia de aquellos cientos de libros había convencido definitivamente a Hermione de que lo que estaban haciendo era correcto. — Esto es fabuloso. ¡Aquí está todo lo que necesitamos! ¿Por que no me mostraste este lugar antes, Ly?