La toma de los páramos

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Capítulo 7: La toma de los páramos

Desde la torre sur en Yukai, resuenan los cuernos de batalla advirtiendo la llega del enemigo.

Todo el castillo está delimitado por una empalizada que oculta el foso inundado con agua de río. En otros tiempos, el modesto castillo era conocido más allá de las fronteras por las complejidades de su estructura, pero con los años, la paz y la falta de desafíos, incluso la fosa perdió fuerza, caudal y terminó habitada por anfibios, peces y pequeños nidos de aves acuáticas.

En el adarve, los pocos flecheros se preparan para vigilar la muralla de piedra a través de las almenas. La caballeriza, se mantiene firme contra el rastrillo para proteger la única entrada y salida del castillo mientras que en la torre del homenaje y en las mazmorras, mantienen protegidas a las familias que lograron escapar del ataque nómada.

Menos de un día tuvieron antes de que la amenaza llegara desde el sur, sin ningún aviso desde las torres de vigilancia. Tan rápido que nadie tuvo tiempo siquiera de reorganizar las tropas, avisar a la compañía que partió al oeste, ni pensar en atacar directamente la horda de salvajes.

Yo Shindo sólo tiene 27 años, pero es el soldado más experimentado de todo el castillo, aunque no está liderando por derecho propio. Tomó el mando luego de que el maestre intentara cerrar las puertas a las familias que pedían asilo. Shindo estaba fuera del castillo, en el puente levadizo cuando el hombre ordenó cerrar las puertas, pese a que habían casi 300 metros de personas esperando entrar, incluyendo campesinos, mercaderes y las familias de los propios aspirantes que se entrenaban para ingresar a la vanguardia del rey.

Él nunca pensó que sería capaz de algo así: amotinarse contra el maestre, pero la expectativa de morir en ese momento por la espada de los jóvenes que no estaban dispuestos a dejar a sus familias fuera del castillo y la desesperación de esas personas, le hizo pensar que el castigo por desobediencia sería insignificante.

Pero ahora...Ahora que todo paso, está al frente dirigiendo a un montón de niños, porque los soldados más experimentados partieron a la frontera hace días para responder al llamado de refuerzos en la frontera.

Tampoco tiene miedo a morir por la traición, porque el maestre falleció solo unas pocas horas después de ser encerrado en su despacho. Todo lo que sabe de este incidente es que su cuerpo se precipitó al suelo mientras Shindo, por suerte, estaba abajo en el patio con cientos de testigos para confirmar que no lo había matado él.

Por desgracia, si los campesinos ya estaban asustados por los nómadas que se acercaban desde la frontera oeste, con la muerte del señor feudal, el pánico se propagó como un incendio. La gente gritaba, se empujaban unos a otros mientras algunos respondían a los empujones con violencia, insultando y ofreciendo pelea a quien tuvieran en frente.

El alfa sacó su espada para imponerse antes de que todo se saliera de control y bramó ordenes, insultos, les gruñó en la cara a unos y habló por tanto tiempo que luego no recordaba que dijo ni a quién, pero los mocosos que ahora tenía a su cargo junto a los campesinos, se llevaron al cuerpo y el resto se repartió en piñones de 6 para asumir diversas funciones, mientras los estudiantes más antiguos les enseñaban a tomar la espada a otro grupo.

Campesinos o no, tendrían que defender las murallas si el asedio de los salvajes les permitía llegar hasta ese punto. Además, era imposible que los refuerzos de Muzan, (el siguiente castillo al norte desde su posición hacia el norte), llegue con refuerzos antes de una semana por la distancia y la necesidad de reunir las tropas.

Esta sería, en el mejor de los casos, una guerra de desgaste, pues, sin armas, artillería, ni soldados experimentados que pudieran enfrentar a los bárbaros, no era sensato creer que hubiera una oportunidad de luchar con ellos de frente.

Hijo del esteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora