El frío de la mañana despierta sus músculos y ayuda mantenerlo atento a las guardias que comienzan a relevarse en cada acceso del fuerte, pero incluso en medio de ese ajetreo la figura dominante y orgullosa del hijo de la Gran Khan destaca por su presencia imponente. Nada en sí mismo se ha dejado al azar, desde las botas con punta de hierro hasta los colores sutiles que se esconden en sus ropas. Sus pensamientos, ideales y aspiraciones deben seguir una única línea y representar aquella que visión que sólo un descendiente de la Diosa Eutuken puede dictar, incluyendo uno que ha nacido alfa.
Mientras cruza el enorme arco de piedras del castillo, los soldados hacen una pequeña reverencia y quienes poseen mayor rango detienen sus pasos para saludarlo directamente con un apretón de manos. Katsuki se toma su tiempo para conservar su talante con la misma firmeza e imparcialidad mientras confirma la asistencia de los generales a una de las tantas reuniones que presidirá su padre, ahora que la comisión de recaudación de impuestos partirá en un lapso de 2 días.
Sin embargo, esta vez conserva cierta distancia y concluye las conversaciones mucho más rápido que antes debido a un solo problema. El olor de Izuku. El omega que todos tienen prohibido, incluyéndolo, persiste en las ropas que esconde dentro de un bolso y aunque se preocupó de hacer un barrido con piel de Manul para evitar sospechas, todavía tiene que ser cuidadoso.
Sus últimos pasos en el interior del castillo se desvían estratégicamente hacia los aposentos que tomó como propios, luego de que se desvelara por tres noches consecutivas en la encuadernación y traducción de los pocos libros que disponía la biblioteca del castillo. Allí está la mesa de trabajo repleta de materiales y los libros que su padre revisa con gran detalle y severidad, pero también guarda dos o tres mudas de ropa y sobre todo tiene oculta armas en caso de que alguien decida tomar como debilidad su descanso entre estas frías paredes.
Últimamente ha comenzado a resentir el hecho de dormir tanto tiempo alejado de su manada, pero tampoco los invitaría a quedarse aquí con él. Si bien es cierto que el castillo tiene un encanto majestuoso que le recuerdan a las ciudades abovedadas del sur, algo en la forma de sus arcos, contrafuertes y techos lo hace sentir como si estuviera sepultado bajo la tierra. La soledad impregna cada espacio de los largos pasillos de piedra y es especialmente cruenta en las noches cuando ni siquiera las enormes lámparas colgantes son insuficientes para eliminar las sombras que se arrinconan en cada esquina.
La luz de la mañana es un alivio para todos quienes rondan ahora por el fuerte, pero es apenas una esperanza de quienes todavía no se habitúan a vivir lejos de las pieles que protegen sus yurtas. Katsuki está convencido de que no son sólo sus aprensiones por la estabilidad de una arquitectura que no entiende del todo, o la sensación de amenaza injustificada por la caída de alguna de las piezas que conforman estos arcos engalanados, sino precisamente todo aquello que todavía no conocen.
Aquello que se admira y respeta de estas construcciones se ensombrecen con... secretos. Allí donde la inquietante desproporción de sus cuartos, salas y recovecos acusa la falsedad de sus murallas. Le ha tomado un tiempo, pero Katsuki sabe que este castillo esconde mucho más que el pasadizo de las mazmorras y, por ende, se ha tomado como misión personal encontrar cada trampa y puerta escondida. Hasta ahora los esclavos solo han delatado tres pasadizos, dos de los cuales, conectan el salón de la torre del homenaje con la cocina y la biblioteca, sin embargo, sospecha que otro mes más en las mazmorras será suficiente para que hablen de los que todavía faltan por descubrir.
Pero no sólo le interesa conocer cualquier vía de escape o trampa que un espía pueda querer usar en su contra a futuro, sino el hecho de que todo el castillo está lleno de ratas. Son una plaga pestilente, inquietante y tremendamente inteligente que evade trampas e incluso los ojos de los cientos de soldados que recorren los pasillos del castillo. A veces ni siquiera dejan huellas en las despensas a tal punto que podría pensarse que ya fueron erradicadas, más su presencia siempre regresa con la forma de un rumor agudo y amortiguado, despertando soldados y manteniendo atentos a los guardias que hacen sus rondas cada noche.
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Hijo del este
FanficUna historia perdida hace mucho tiempo, oculta en la sangre de quienes una vez juraron nunca olvidar. Izuku se ve atrapado como un botín de guerra junto a lo único que queda de su familia. Pase lo que pase tiene que sobrevivir por él y su hermano pe...