Capítulo 23 En el fondo del pozo

44 2 2
                                    


Al levantarse, Izuku sintió que su cuerpo no había logrado superar ninguna de las emociones del día anterior. Siente la piel pesada, como si lo hubieran arrollado o hubiera dormido con el peso del mundo sobre la espalda. Con frecuencia un nudo sordo tira pequeñas agujas de dolor forzándolo a estirarse para calmar un poco el malestar.

Gin se mofa del sonido inquietante de las articulaciones de Izuku cuando vuelve a estirase, más su jefe debió pensar que estaban holgazaneando, porque sólo unos momentos después profirió un grito hastiado y recriminatorio. De grandes zancadas, los alcanza, resoplando con las manos en la cadera.

– Ya que tienen tiempo, lleven a los caballos de Bakugo, Tordo, Crimson y Gichin, al sector que está detrás de la empalizada oeste. Tendrán que esperar a que terminen el ejercicio para traer a los animales de vuelta.

–Sí señor Sato. – responde atropelladamente Izuku, pero Gin se cruza de brazos sin responder, entornando los ojos.

Sato tensa la mandíbula ante la evidente falta de respeto, pero a diferencia de los demás, se niega dejar pasar la actitud irrespetuosa del beta mayor, sosteniéndole la mirada mientras aguarda por una respuesta que evidentemente nunca llegará. Izuku hace una mueca con incomodidad, resintiendo la rivalidad entre ambos y naturalmente su olor acusa su preocupación.

Sato baja la vista, incómodo por el picor que provoca el olor del omega, así que, con una última mirada recriminatoria, los deja ir. Izuku se precipita al corral donde deberían estar los tres ejemplares mientras mira de reojo al hombre mayor. "Gin no tiene pelos en la lengua" piensa mientras ensillan a los caballos en silencio.

Si tiene que ser sincero, está preocupado de tener que seguir trabajando con Gin. Desde lo que pasó con Ulgen, nunca más dejó de hablar el idioma común y gracias a eso ahora tiene mucha claridad de la cantidad de las malas palabras que usa y lo mucho que detesta las figuras de autoridad, por ende no puede evitar preguntarse si acaso la actitud de él traerá problemas a futuro o mucho más pronto. Más no está seguro de si pueda pedirle que no lo haga...

En medio de sus dudas, terminan frente a las puertas oeste del fuerte. Del otro lado, un gran número de nómades se congrega practicando ejercicios militares, más en medio de esa multitud, Izuku reconoce a Mashirao en una especie de batalla a mano desnuda contra un beta muy extravagante de cabello rosado, distribuido en mechones gruesos y desiguales, vestido con ropas que mezclan pantalones nómades con la camisa gruesa y cuadrada de los dagobenses.

A unos pocos pasos de distancia, el alfa pelirrojo que conoció en el bosque se balancea con impaciencia, evaluando cada golpe conectado y movimiento atrevido y ágil. Otros repiten la misma dinámica en grupos apartes e Izuku aprovecha de confirmar la diferencia entre los estilos de pelea de los omegas nómades. Ciertamente le ha tomado un tiempo, pero ahora puede reconocer a los omegas con cierta facilidad, suelen llevar un cinturón de cuero, otros usan una pechera. Además, son muy ágiles, rápidos y agresivos, no hay duda en sus movimientos incluso si su contrincante parece tener más masa muscular.

Hoy incluso se atreve a decir que puede distinguir entre los que crecieron dentro de esta cultura de aquellos que aprendieron de ella después de un emparejamiento, como el omega de cabello azul que se abre camino para mirar la pelea de Mashirao con el beta, es un omega dagobense, de los pocos que se mueven con libertad en estos tiempos.

Lo ha visto varias veces cerca del castillo, la mayoría acompañado por aquel mismo beta peculiar. Suelen quedarse a la sombra del castillo charlando con aires desenfadados, mientras se miran de una forma...más diferente que extraña, íntima y natural, si tiene que ser justo.

La mitad de las veces no puede elegir una sola palabra para describir la emoción que lo embarga cada vez que ha sido testigo de sus paseos y el roce tímido de sus manos, la risa fácil y despreocupada. Los rodea un aura idealista, generosa y secreta de un tipo de amor que no ha podido ver en ninguna de las parejas que ha conocido en el fuerte. Pero últimamente ha pensado que aquel sentir dulce, tierno y lastimero es de hecho melancolía.

Hijo del esteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora