En un mundo donde cada protagonista tiene un trasfondo oscuro, donde no hay nombres, sólo rostros, donde la muerte está a la vuelta de la esquina, tanto en la realidad como en planos más allá de lo natural, todos son villanos, sin excepción.
A veces...
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Su hijo tenía esquizofrenia, ella misma lo había diagnosticado.
El hecho de ser psiquiatra le había dado la capacidad para tratar a su hijo contra aquella enfermedad.
—¡Mamá! ¡Mamá! ¡Mi amigo está de vuelta!—le había comentado su pequeño en una de esas ocasiones, mientras ella leía una de las tantas novelas policiales en las que se mantenía inmersa la mayoría de su tiempo libre.
—¿Ah sí? ¿Y qué dice?
Seguirle la corriente era lo mejor para no desencadenarle una crisis nerviosa, odiaba ver a su bebé de esa manera.
—Dice que eres hermosa, muy hermosa.
A la mujer no le parecía raro esto. Las alucinaciones del niño eran constantes, por lo que el hecho de que estuviera teniendo un amigo imaginario era lo más normal del universo.
Continuó leyendo mientras que su hijo se puso a jugar cerca suyo, con unos pequeños autos que habían por ahí. La novela se tornaba algo rara. Los asesinatos eran bastante explícitos y las narraciones, demasiado profundas y personales.
Asqueada, cerró el libro y lo tiró al suelo, notando cómo una odiosa sensación de estar siendo vista fijamente le estaba picando en la nuca.
—¡Mira mamá! ¡Nuestro amigo está ahí detrás!
No le hizo mucho caso, no se esforzó en voltear, o por lo menos, no lo hizo hasta que escuchó una rasposa voz masculina a sus espaldas.
—¿Desechando mi libro?
El grito de la mujer resonó en toda la casa mientras el escritor desquiciado se abalanzaba sobre ella.
Y al final de toda esta bonita historia, ella no era psiquiatra, ni siquiera tenía a su hijo vivo. Está demás decir, que el hombre que la observaba, no la dejó vivir esa noche.
Oh, y por si lo querías saber, mi ávido lector, el asesino relató en otra de sus tantas novelas cómo había asesinado a la mujer, desde el punto de vista de uno de sus personajes.
