Víctima.

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Él había vuelto a su casa, ella se encogía de hombros mientras el miedo le recorría

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Él había vuelto a su casa, ella se encogía de hombros mientras el miedo le recorría.

Sabía que seguramente su marido venía de una de aquellas noches plagadas de alcohol, donde regresaba con olor a mujer, pero aquello era lo de menos.

El abuso constante que sufría a sus manos era una tortura, ya no le quedaba amor para él, sólo miedo y obediencia para disminuirlo un poco.

Su esposo se había vuelto un bastardo después que comenzó a ingerir alcohol. Una de las noches había aparecido como loco diciendo que había atropellado a una mujer en la carretera y que había podido ver a su fantasma, otra había venido con la historia de que se había dejado provocar y había terminado acostándose con la mujer de su mejor amigo, atribuyéndole todas las culpas a ella, ya que según él, ella tenía que hacer que él no deseara a otras.

Se sentía tan inservible, tan basura.

Él era su marido, se suponía que iban a amarse para siempre.

Ni siquiera tenía piedad cuando su hija estaba delante, la golpeaba de igual manera, abusaba sexualmente de ella hasta el cansancio.

Aquel día se encontraba cocinando para él, quería ser servicial, quería que él cambiara con ella y que volviera a ser el hombre del que una vez se enamoró. Se encontraba feliz porque había encontrado un bonito vestido rojo el cual utilizaría para provocarlo.

Hacía tanto que no le nacía de propia voluntad el estar con él que le era un milagro haberse levantado de tan buen humor.

Picaba los vegetales con rapidez, para tenerlo todo listo antes de que él llegara, con una vaga sonrisa en los labios. ¿Era realmente feliz?

Dejó el cuchillo a un lado y depositó la última fuente abarrotada de alimento junto a las demás en la mesa. Mientras tarareaba una canción, tomaba una botella de vino en su diestra y un sacacorchos en su zurda, tendrían una increíble cena romántica.

Escuchó unos pasos acercarse y un fuerte estruendo en la sala, sabía que aquel debía ser su esposo, solía tirar la puerta siempre que llegaba.

No le dió tiempo a reaccionar cuando ya le tenía detrás, toqueteándole. Era sumamente desagradable. El aroma etílico que destilaba era nauseabundo, horroroso.

—Mi...Mi amor—su voz flaqueó, al igual que sus manos, quedándose suspendidas con la botella sobre la mesa.

—Cállate y dame lo que quiero.

—Pero...pero monté una cena romántica para nosot-

Su hablar se vió interrumpido cuando fue volteada con brusquedad y abofeteada casi al mismo tiempo que tuvo en frente al engendro.

—¿No te basta el haberte embarazado del escritor barato antes de iniciar conmigo? Eres una vil zorra, no quiero una cena contigo, lo único que quiero es ver cómo tus asquerosas lágrimas cubren tu feo rostro.

Y ya lo hacían.

—Eso es, llora.

El tacto mórbido en su cuerpo era horrible, ¿cómo no se había dado cuenta antes?

Sin importar que fuera su marido, ella jamás debía ser ultrajada por ser mujer, por haber tenido un bebé antes, un bebé del cual él tenía conocimiento.

Armada de valor, elevó el sacacorchos y se lo clavó en el pecho, temblando, entre sollozos, con los movimientos de su esposo siendo ralentizados por el alcohol. Lo apuñaló unas diez veces, disfrutando de cómo la piel se iba rompiendo bajo el filo del objeto en su mano.

Lo había matado, había matado al monstruo que la hizo víctima durante años.

Por fin había culminado la pesadilla, o esa creía ella, hasta que vió a su niña pequeña asomarse por la puerta de la cocina.

La pequeña de al menos seis años, esbozó una sonrisita al ver a su mami, corriendo a abrazarla, mientras observaba el cuerpo de su padre en el suelo.

—¿Qué es eso, mami?—preguntó con ingenuidad mientras observaba la sangre.

No era la primera vez que su padre terminaba inconsciente, aunque esta vez, la imagen se veía peor que de costumbre.

—Es el líquido del descanso, princesa. Papá acaba de entrar en el cielo del amor.

Susurró con alivio la mujer mientras que le acariciaba el cabello a su bebé, engañar a su hija para que no quedara traumatizada de por vida, había sido, según ella, la mejor opción, más adelante le contaría.

Pensaba que podía iniciar una nueva vida junto a sus dos pequeños, lo que no sabía, era que ese asesinato fue el causante del inicio del fin.

Casualmente, este suceso tiene lugar en el mismo día en que su hermano decidió acabar con la vida de su mujer, asfixiándola hasta morir.

Mi alienado lector... sólo he de decirte, que ya no quedan más cabos sueltos y mi trabajo por aquí está culminado.

Tal vez este sea el fin...tal vez no lo sea.

Relatos Oscuros (Bilogía: Relatos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora