Canción Terrorífica.

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Le preocupaba cada vez que sonaba aquella melodía en su cabeza

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Le preocupaba cada vez que sonaba aquella melodía en su cabeza.

Era lenta, en una tonalidad menor, oscura, sin una letra, pero no la necesitaba, era lo suficientemente escalofriante como para ello. Siempre era igual, como susurrándole al oído un mal presagio, como marcando un límite entre la realidad y su cordura aunque muy cuerdo no debía estar, cuando estaba encerrado en aquellas cuatro paredes.

La blancura acolchada era extenuante, insonorizaba el espacio aún más, desquiciandole a cada instante.

A veces gritaba, pero sus gritos no hacían eco: Nadie lo escuchaba, y él no escuchaba a nadie.

El adolescente había presenciado cómo su hermana pequeña había asesinado a su madre, y posterior a ello, se había suicidado. La muerte de su padrastro había sido un detonante en su hermana, hija legítima de aquel monstruo.

-¡Sáquenme de aquí! ¡Fue ella, no fui yo!

El chico chilló entre lágrimas, apenas llevaba dos horas en el recinto cuando ya sentía que no podía aguantar más el estar solo.

Con su familia muerta y la policía creyendo que fue su culpa se sentía solo, desolado, desechado por la humanidad como una vil basura por algo que él no había hecho.

El chico bajito, de apenas unos 16 años, se consideraba profeta, o algo así. Cada que sonaba la horrible cancioncita, sabía que algo estaba yendo mal, y daba la casualidad de que siempre acertaba.

La primera vez que la escuchó había sido a sus seis años cuando su madre apenas estaba empezando con su nuevo marido. Llegó del colegio a su casa y no pudo evitar preguntarse por qué su mami estaba llena de moretones.

La segunda, fue el día que su padrastro murió, aunque no le preocupaba demasiado el fallecimiento de aquel hombre, después de todo, nunca le agradó.

Y la última vez había sonado con fuerza, haciéndole doler la cabeza, unos segundos antes de entrar a su casa. Cesó en cuanto fue testigo de ambos asesinatos.

-Niño- primer sonido que escuchaba en todo el lugar que no fuera suyo, una voz femenina le llamaba desde fuera.

El chico corrió hacia la puerta, comenzando a tocarla desesperadamente.

-¿Me escuchas? ¿Puedes escucharme?.

La chica tras la puerta ignoró sus preguntas.

-Se rumora que mataste a tus padres, mocoso, y también a tu pequeña hermanita.

¡Él no lo había hecho! ¡Él sabía quién había sido!

-No hay otra cosa de la que se hable. ¡Nosotros los locos tenemos un don especial para hacer correr las noticias!

La risa estridente de la chica llenó su campo auditivo. Silencio, ¡él necesitaba silencio!

-Mi amor...-una voz masculina se reveló también tras la puerta.

-Lo lamento, mocoso, buena charla, me iré con mi marido psicólogo por ahí-y desapareció, pudiéndose escuchar claramente los pasos de ambos cuerpos alejándose.

Un atisbo de la canción fue dado como un murmullo lejano en sus oídos, que a medida que se iban, iba apagándose.

Sabía que eso no iría nada bien.

Los días pasaron y por fin le dejaron salir al comedor. Los demás enfermos del lugar no dejaban de hablar acerca del asesinato de un psicólogo la noche que el chico había llegado.

¡No! ¡No! !No podía creer que le estuvieran echando la culpa! ¡Él no podía asesinar!

A la primera oportunidad que tuvo, terminó por escaparse del alcance de todos, corriendo rápidamente hacia el abismo, subiendo las escaleras mientras le perseguían.

-¡Párate ahora mismo!

Se sentía tan correcto, tan feliz, sin ningún ruido en su sistema que le dijera que lo que iba a hacer estaba mal.

Sin más, al llegar a la última planta, se paró frente a lo único que le separaba de la muerte, un pequeño escalón que hacía función de muro.

Sin pensarlo más, el chico se lanzó hacia su final.

Incluso mientras caía se sentía libre, sin arrepentimientos. Incluso cuando su cuerpo se destrozaba, la canción no sonó, la jodida canción terrorífica sabía que lo que hacía estaba bien.

Mi agraciado lector, el chico era un estorbo para el mundo según él, pero digamos que él no vendría siendo la víctima de esta historia, para nada.

O si no, ¿por qué en vez de llamar a la policía por sí mismo lo tuvieron que hacer los vecinos? o mejor aún, ¿por qué cuando la policía llegó él estaba jugando tan felizmente con el cadáver de su hermana?

Y sí, jugando de una forma con ella en la que los hermanos o una persona meramente sobria jamás haría.

Y adivina qué, la estúpida melodía jamás sonó en aquellos momentos.

Relatos Oscuros (Bilogía: Relatos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora