Mejores Amigos.

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Él era feliz, con su esposa y sus hijas

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Él era feliz, con su esposa y sus hijas. Había pasado de ser un gran leñador a ser un excelente político gracias a sus contactos. Había logrado conseguir a una bonita mujer y tener con ella unas preciosas pequeñas.

Poseía una estrecha relación cordial con su familia, en especial, con su hermana mayor, debido a que, aunque no se llevaran muy bien, ella había iniciado una relación con su mejor amigo, y desde entonces, comenzaron a mejorar.

De un momento a otro, su mejor amigo había comenzado a verse frustrado, cosa que preocupaba en demasía al político, se conocían desde pequeños y el vínculo era demasiado fuerte.

—Violé a mi mujer.

Fue lo primero que le dijo en aquellos momentos, el señor más mayor le contestó con una sonrisa enorgullecida en los labios.

—Y yo obligué a la mía a casarse conmigo y a tener a dos hijas, ¿cuál es el punto? No puedes violar a tu propia esposa.

—Me gustó pensar que lo hacía.

La charla tomó un rumbo tan machista, común entre aquellos dos señores.

Los tragos no faltaron, las risas deshinibidas tampoco en lo que se regodeaban de cada atrocidad y maltrato hacia sus pobres esposas, víctimas de abuso por parte de aquel par.

Varias noches se pusieron de acuerdo para violar a sus mujeres los mismos días, y sentarse a beber hasta el cansancio, para poder burlarse de la debilidad de las mujeres.

Una vez más, luego de unos meses, el semblante de su compañero volvió a ser el mismo, oscuro, frívolo, arrepentido, y en una de las conversaciones en el jardín de su casa por fin decidió preguntarle, preocupado por su estado anímico.

—¿Qué sucedió esta vez?

—Violé a tu mujer.

El hombre se quedó de piedra al escuchar aquella afirmación, y pudo sentir cómo sus puños se apretaron debido a la impotencia que le causó que otro había tocado a su zorra.

A la madre de sus bebés.

En vez de reaccionar como una persona en todas sus facultades y darle una buena paliza al hombre en frente suyo, se encontró a sí mismo entrando a su hogar, donde su esposa se encontraba viendo tranquilamente la televisión. Estaba llena de moretones, lucía horrible y repugnante.

En menos de lo que pudo esperar, le aventó una fuerte bofetada, sin dejarla hablar, le satisfacían los quejidos dolorosos que esta soltaba con cada golpe.

Sus manos rodearon el cuello de la muchacha, impidiéndole el paso del aire con una fuerza y una rabia descomunal.

—Seguro tú lo provocaste.

Ella era una perra, una bastarda. ¿Cómo demonios se había dejado violar por otro hombre? En su mente, la culpable era ella, por ser tan provocativa, por ser una mocosa rural sin nada que ofrecer en la vida.

Ella era suya, ¿qué no podía comprenderlo?

Esos eran los pensamientos que tenía mientras la asfixiaba hasta romperle el cuello, hacía alrededor de dos minutos que ya había asesinado a su esposa, pero aún así seguía.

La culpa jamás sería de su adorado mejor amigo.

No pensó ni en la madre de la joven, ni en sus dos hijas, las gemelas que yacían con su abuela en el bosque.

Al contrario, mi demente lector, esa misma noche, dejando el cadáver pudriéndose sobre el sofá, se dirigió enérgicamente hacia un increíble bar de magnates con temática de ajedrez y terminó asesinado por la dueña, una jugadora psicótica y además, caníbal.

Relatos Oscuros (Bilogía: Relatos #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora