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Todo había sucedido tan repentinamente, aquellos días donde ambos estaban a largas horas de la noche amándose y diciendose miles de cosas bonitas. Se habían convertido en un mar de peleas y gritos, que tanto habían temido por mucho tiempo, sin embargo lo terminaron haciendo.
Un día, después de el trabajo, su marido llegó con un papel, no tan solo un papel con letras, si no uno que llevaba de título peculiar, acercando su rostro un poco para verlo con claridad, sorprendiendose ante aquel enunciado grande.
DIVORCIO
Se tapo su boca con las manos, torciendo sus ojos con incredulidad. Sabia que estaban algo descuidados, un tanto jodidos, que realmente aquella chispa estaba deteriorándose, pero apesar de todo, seguía ahí.
Mirando a su esposo, el cual también parecía al borde de las lágrimas, no pudo decir ni una palabra más. No podían seguir así, no debían hacerlo, no solo por el que dirán, si no también el que pensaran aquellos 2 pequeños que criaron juntos.
El de castaño se encontraba en un semblante serio, intentando a duras penas evitar el contacto visual con su marido alex, con nervios. Alex era todo lo contrario, posaba sus manos en su boca, con unos ojos sorprendidos rondando su mirada entre aquel pedazo de papel y el hombre enfrente suyo.
"Alex, esto no puede continuar así."
"¡No puedes hacer esto! Todo lo que construimos, nuestra casa, ¿¡Porque?!"
"Si que puedo Alex, realmente no es por mi.. es por ellos." Señalando hacia una puerta entreabierta, donde estaban sus adorados y pequeñas criaturas, mirando con confusión a sus dos padres. Alex no podía creerlo, no sabía que hacer.
Sus piernas comenzaban a fallar, comenzando a temblar de pies a cabeza. Trago saliva, mirando como sus hijos se veían tan inocentes, sin entender nada de lo que sucedía.
"Niños, vayan a la cama, mama y papá debe-"
"No, niños, quédense aquí, quiero que escuchen todo aquí y ahora."
"Eres un maldito monstruo."
"¡Tu me has convertido en un monstruo!" Grito aquel hombre de cabellos rizados, mirando con dolor a quien juro amor eterno.
Viendo como un silencio inundaba aquella pequeña sala que habían construido ambos con tanto esfuerzo, mirando como sus hijos quedaban confundidos sin saber para nada lo que sucedía.
No era culpa de sus hijos, era culpa de aquellos hombres que no sabían lidiar con sus problemas.
"Cariño.."
"No te atrevas a decirme así"
"¿Hay alguien más?"
"Si lo hay o no, ¿Eso debería ser de tu interés?."
