Tomen malditos horas que les gustan los hombres mayores divorciados y tetones
Bueno, a mi me gustas las mujeres mayores y divorciadas, que soy para juzgar
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Ambos chicos habían estado haciendo el proyecto por varios días, donde alex visitaba a fundy y ambos hacían dichoso y gran documento (y al mismo tiempo alex se sabroseaba a el papa de fundy) con bastante esfuerzo.
Ya casi habían terminado, solo debían de hacer algunas impresiones, algo que parecía entristecer aún más a alex, tendría que decirle adiós a aquel hombre teton divorciado del que se habia enamorado platonicamente durante esa semana.
Alex estaba acostado en la cama, mientras fundy parecía hablarle de algo de lo que no parecia prestarle atención para nada. Alex sólo tenía su mente en una cosa, y eso era en el hombre que se encontraba abajo trabajando en su laptop.
"¿Alex? ¿Me escuchaste?" Hablo el de pelo rojizo y sombrero hacia el de gorro, viendo como este daba un ligero brinco y sentía en repetición con la cabeza.
Miro la hora con lentitud, logrando darse cuenta que ya era ahora de irse, despidiéndose de fundy con un ligero abrazo para marcharse. Sin embargo, en cuanto bajo las escaleras, comenzó a escabullirse por aquel pequeño lugar, logrando llegar a la sala donde se encontraba trabajando concentrado wilbur.
Alex miró con detenimiento cada movimiento del castaño con una sonrisa boba en su rostro, ¿Que más podía hacer? Era un jodido idiota enamorado de un hombre mayor y hetero, ojalá fuese como en las películas donde se enamoraban.
Pero no podía hacer eso, no a fundy.
Suspirando, agarrando su mochila y viendo como el de gafas ni lo notaba, solo se entristeció consigo mismo, era un tonto enamorado, que más podría hacer. Abriendo aquella puerta con rapidez y saliendo corriendo hacia su casa.
Viendo como aquel hombre, padre de su amigo, se encontraba mirando su cuerpo ahora desnudo, no podía sentir más que vergüenza y humillación.
"Eres jodidamente caliente, buen chico" Abrió sus ojos de par en par, mirando como su miembro comenzaba a calentarse después de aquella palabras tan lujoriosas, sorprendiendose aún más, mirando hacia arriba logrando visualizar el cuerpo sin camisa de aquel hombre de rulos.