Capítulo 16

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(Pequeña nota: en esta historia Sevren aparecerá con una personalidad hecha por mí. Debido que no se le menciona casi en la novela de una forma más directa).

Them

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Rojos.

Rojos como los de esos demonios.

Rojos como la sangre derramada.

Rojos... Como ese día.

Apreté los labios, reprimiendo el odio y la tormenta de emociones negativas que me generó ese color. En su lugar, me centré en su pelo azul marino, casi medianoche y en sus otros rasgos. La niña que estaba delante de mí, con cara de póker, parecía ser unos pocos años mayor que yo.

Me observó con gran atención mientras sujetaba la mano de quien parecía ser su hermano mayor adoptivo. Era un chico alto de pelo albino y ojos oliva, que parecían más brillantes detrás de sus gafas redondas. Sonriente, nos miraba. Me fijé en que era aproximadamente de la edad de Isaiah.

—Yo, Isaiah —saludó alegremente al muchacho. Noté que en uno de sus bolsillos había un papel doblado.

Mi primo devolvió el saludo y me presentó ante ellos. Saludé con la mano, poniendo la expresión inocente que suelo hacer con la gente, menos con mi primo y mi madre.

Nos guiaron hacia la mansión. Mientras caminábamos, aún seguía sintiendo la mirada de aquella muchacha perforándome la cabeza.

«Por favor, deja de mirarme» pensé, la irritación aflorando desde el fondo del pozo de emociones.

—¿Has podido adelantar algo? —escuché preguntar a mi primo. El albino se colocó sus gafas con el dedo. Una sonrisa entusiasta, se abrió paso un su rostro poco a poco entre tanto sacaba el papel que estaba en su bolsillo.

Se lo tendió a mi primo sin decir ni una palabra. Al principio, Isaiah, lo miró algo confundido, antes de cogerlo y abrirlo. Sus ojos se abrieron en sorpresa.

—Esto es ...

Sevren asintió con la cabeza, aún con la sonrisa pegada en el rostro.

—Sí.

Me puse de puntillas para intentar ver mejor la hoja. En el centro habían dibujadas tres runas que nunca había visto, en morado.

—¿Para qué sirven? —pensé en voz alta.

La expresión de Sevren se tornó más seria, pero por el brillo en sus ojos oliva supe que estaba más que encantado de darme una respuesta.

—Sirven para controlar y manipular los elementos principales del éter. Una partícula totalmente diferente a los demás elementos.

Parpadeé como un búho. Creía que ya lo sabía todo de este nuevo mundo, pero Sevren me demostró que no era así. Y también, me recordó que uno nunca acaba de aprender.

—¿Puedes hablarme más de ello? —pregunté. La curiosidad por saber sobre el éter se había apoderado de mí.

El brillo en sus ojos se intensificó y asintió con la cabeza, agitando su pelo blanco. Así, entramos a la mansión de la familia.

Desde fuera parecía tener una arquitectura gótica, por los arcos que conformaban la estructura, los ventanales y el cómo era la estética. Pero desde dentro era un tanto más moderno, como si fuera del siglo XIX. El lugar estaba impoluto, todo parecía brillar, desde la cosa más pequeña hasta la más grande.

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