Capítulo 5

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Unos niños inusuales

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Noto a la mariposa que antes había visto apoyarse en mi cabeza

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Noto a la mariposa que antes había visto apoyarse en mi cabeza.
Pero en estos momentos no me estoy fijando mucho en ella. Sino en lo que tengo delante.

Los cadáveres de tres personas yacen en el suelo, con dardos clavados en diferentes lugares junto con algunos cortes pertenecientes a un arma blanca.

¿Cómo es que esa niña, que debe de tener alrededor de 7 años, ha hecho esto?

La había visto acechar al grupo a lo lejos desde un árbol distinto del mío, gracias a mi visión con maná.

En un principio me había alarmado y desconfiado bastante. Sólo faltaría encontrarme con lo que parecía ser una mercenaria que ha atacado a mi única salida de aquí. Y ya sería la guinda del pastel de mi mal día, ¿sabes?

Aun así, algo se sentía mal.

Al bajar y al fijarme en los cadáveres, mis sospechas se confirman. Me doy cuenta de que estos humanos no tenían la apariencia de los típicos mercaderes y gente normal.

Entrecierro los ojos. ¿Qué hacían estas personas aquí?

Oigo ruidos y el grito infantil de una niña, lo que hace que me alerte.

Sigiloso, me acerco de donde provienen los ruidos de forcejeo. Aprovecho el árbol más cercano como escondite. Frunzo el ceño al ver a la niña que vi antes, siendo sujetada del cuello por el último vivo del grupo.

Este sisea, con intención asesina.

—Tú... A pesar de que puedes ser una buena mercancía junto con la elfa. Estarás muerta, si haces un movimiento más.

Abro los ojos de par en par.

¡Traficantes de esclavos!

Chasqueo la lengua. No puedo perder el tiempo en formar planes, tendré que improvisar.

Sin que se dé cuenta, me voy acercando, poco a poco colocándome detrás de él.

El traficante sigue hablando con ella.

—Ahora, ¿me dirás qué me has disparado, niñata? Porque sólo me causa cosquillas —pregunta.

Oigo un quejido de ella.

—Vete... a la... mierda —contesta con esfuerzo.

No me doy cuenta de que la mariposa blanca se ha ido.

El traficante furioso aprieta el agarre, cortando su vía respiratoria. Justo cuando parecía que a la chica el rostro le cambiaba de color, el rugido de un lobo se escucha en el aire.

Me paralizo. Detrás de la niña, hay un lobo gigante —que sobrepasa la altura del tipo— de color blanco y ojos dorados, mirando de manera amenazadora al hombre y gruñiendo, con una aura asesina increíble.

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