Dicen, que las flores más hermosas y raras son las que florecen en la adversidad. También dicen, que si tienes el mismo objetivo de vida que otra persona, tu camino quedará entrelazado con el de ella.
Cassandra era apenas una niña de 6 años, cuando...
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Salgo del carro con una pequeña sonrisa en el rostro. Lu se da cuenta por lo que pregunta:
“¿A qué viene ese repentino cambio de humor?”
«Por nada» le niego con la cabeza, manteniendo la sonrisa, mientras voy y trepo al árbol en el que dejé mi mochila. Cuando bajo, me fijo en que Arthur no está.
«¿Y Arthur?» le pregunto.
“Liberando a los sabuesos” dice, haciendo que recuerde algo importante y abra la boca.
—¡La misión! —exclamo. Estoy a punto de dirigirme hacia donde estaba Arthur, cuando Lu me interrumpe.
“Tranquila ya maté a uno hace un rato y lo traje a casa”.
Suelto un "oh..." y asiento más tranquila.
«Tendremos que informar a mamá y a papá de que tardaremos más de lo previsto» comento.
“Sí, lo haremos cuando lleguemos al hogar de la niña” responde. Asiento, concordando con él.
Suspiro. Estoy volviéndome más despistada... Pero me alegro de tener a este gruñón conmigo.
Poco después, vuelve Arthur con una espada del grupo de traficantes, atada en la cintura y me tiende el kunai que lancé antes.
—Gracias.
Él asiente con una sonrisa diciendo un "de nada", y luego cuestiona, en voz baja, mirando el carro:
—¿Cuándo saldrá?
Meto el kunai en la mochila, y me vuelvo hacia la misma dirección que él.
—Dentro de poco —contesto.
Dicho esto, la niña élfica se asoma con timidez a través de la tela que cubre el carro. Al ver que lo que le dije es verdad, salta del carro y se acerca a nosotros. Reviso que la mirada esté bien y asiento para mí misma, satisfecha, cuando no encuentro más rasguños.
Presento a Tessia a los demás.
Conversamos, Tessia haciéndonos preguntas aquí y allá sobre lo que pasó con los malos. A lo que respondo inexpresiva, palmeando la cabeza de Lu:
—Se han ido corriendo con el rabo entre las piernas, gracias a este gruñón.
—Así que ya no te harán daño —corrobora Arthur.
El ojimiel alza la cabeza con orgullo, actuando como si hubiera sido él, el héroe.
El pelo castaño reprime una risa, entretanto, la niña asiente con admiración. Luego, Arthur se vuelve a ella, haciendo una pregunta que teníamos todos en mente, excepto yo.