Dicen, que las flores más hermosas y raras son las que florecen en la adversidad. También dicen, que si tienes el mismo objetivo de vida que otra persona, tu camino quedará entrelazado con el de ella.
Cassandra era apenas una niña de 6 años, cuando...
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A la mañana siguiente, me levanto con las energías renovadas. Me asomo al comedor y veo que todos ya están despiertos.
—Buenos días —saludo, entrando al comedor y dando un bostezo.
Mamá —que estaba ayudando a papá con el desayuno—, se gira y me da un beso en la frente, diciéndome los buenos días al igual que papá. Lu que estaba tumbado en el suelo abre un ojo y da un leve ladrido.
Me siento en la silla de siempre, y espero con paciencia a que el desayuno esté listo. Una vez listo, los demás se sientan y desayunamos entre charlas y risas.
Al acabar, mamá me ayuda a hacer una mochila pequeña de cuero, con lo necesario para sobrevivir en caso de tardarme más de lo acordado.
Llevo puesta una camisa con una chaqueta verde militar y unos pantalones marrón oscuro con unas botas del mismo color, pero más claro. En la cintura llevo una espada pequeña, una cerbatana con dardos en el bolso y, escondidos entre la ropa, unos kunai (sí, sorprendentemente existen, aunque los llaman por otro nombre).
Ya en la puerta, mis padres me dan un abrazo.
—Ya sabes lo que tienes que cazar y traer a casa, ¿verdad? —me dice mi madre, acuclillada frente a mi.
—Al Glow Tail y al lobo cornudo —respondo, papá y mamá sueltan una risa.
—Se llama Deerhound, Cass —me corrige mi madre sonriendo.
Papá me revuelve el pelo, despeinándolo.
—Recuerda que si ocurre algo, Lu estará ahí para protegerte —me recuerda—. Aparte de que si completas esta misión con éxito, tendrás una muy buena recompensa.
Con los ojos brillantes asiento. Me despido de ellos dándoles un abrazo y diciéndoles con el corazón latiendo con fuerza:
—Os quiero mucho.
Me devuelven el abrazo y papá contesta con cariño:
—Nosotros también, Cass.
Me suelto de ellos y doy unos pasos atrás, esperando a que Lu venga. Veo a papá darle unas palmaditas en la cabeza y diciéndole un "Cuida de ella", él asiente y se coloca a mi lado.
“¿Preparada para la aventura?” me pregunta.
«Siempre» respondo.
Caminamos fuera de la casa, mirando hacia atrás. Agito la mano con una sonrisa en el rostro, por última vez, antes de traspasar la barrera que nos protegía de las bestias y aventurarme al bosque.
Un rato transcurre hasta que encontramos el Río Winetail. El agua corre con tranquilidad y hay unas rocas que sobresalen de esta, haciendo una especie de pasaje.
