•PREFACIO•

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THE BLACK SISTERS ³
AVADA KEDAVRA

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Diciembre, 1985.

—¿Dora, qué es esto? —le preguntó Andrómeda a su hija.

La preadolescente la observó sin entender, estaba recién llegada en casa para comenzar a disfrutar de sus vacaciones de navidad. Sólo quería echarse a dormir una siesta después de comer la cena que su padre estaba preparando en la cocina.

—Ah, lo había olvidado —respondió acomodando su melena rosa —, durante el desayuno llegó una lechuza al comedor y lo dejó junto a mí —, no lo abrí porque sé que detestas que revisen tus cosas.

—¿Y por qué lo tienes tú?

Dora rodó los ojos con fastidio, un clásico gesto adolescente, un gesto qué evidentemente su madre detestaba y conseguía desesperarla.

—Ya te lo dije, llegó una lechuza y lo dejó junto a mí. Es más, deberías tener el mínimo de decencia y esperar a que suba a mi habitación para comenzar a registrar mi mochila ¿no lo crees? Hay algo que se llama privacidad, madre ¿lo sabías?

—¿Sabes que hay algo que se llama lavar la ropa sucia? ¿No acumular los calcetines sucios en el fondo de la maleta?

Dora volvió a rodar los ojos en medio de una sonrisa.

—Anda a bañarte, cenaremos pronto.

Andrómeda abrió el sobre que llevaba rotulado su nombre en mecanografía. Las máquinas de escribir estaban muy de moda, sin embargo no entendía de qué se trataba aquella misteriosa correspondencia.

Sacó el contenido de manera despreocupada hasta que sintió un temblor recorrer su cuerpo, haciendo prácticamente imposible que pudiese sostener el pergamino debido al súbito temblor en sus dedos.

¿Acaso estaba escrita con sangre?

—Teddy— llamó a su esposo que yacía concentrado en la cocina.

Este apareció y su semblante cambió drásticamente al ver a su esposa prácticamente en shock.

—¿Cariño, qué sucede?

La bruja le enseñó el papel y este lo cogió extrañado entre sus manos.

La caligrafía no era amenazante, sin embargo el mensaje lo era en demasía.

«¿Esta navidad comerás ciervo?

Recuerdo que era tu favorito.

Sólo que nunca tuviste el valor para matarlo.

¿Recuerdas aquel Yule donde lo degollé por ti?

Ten cuidado, sabes muy bien lo buena que soy con los cuchillos.

Feliz navidad»

—¿Qué demonios es esto? —preguntó Ted con incredulidad —¿acaso es una de las bromas de Dora? Por que si es así...

—No —cortó Andrómeda —, Dora no lo haría, ella no podría.

—¿Cómo lo sabes? En muchas ocasiones está fuera de control.

—Jamás hemos hablado mucho sobre mi niñez, mucho menos sobre Bellatrix.

Ted pasó una de sus manos sobando su barbilla, sin lugar a dudas aquello era una amenaza directa en contra de su esposa.

—Iremos de inmediato a la oficina de aurores, esto no se puede quedar así.

—Iremos mañana, por favor Teddy. Dora recién llegó a casa y un par de horas no van a hacer la diferencia —terció Andrómeda intentando mantener la calma y en el proceso apaciguar a su esposo.

Aunque por dentro estuviera muerta de miedo.

Loca ante la idea de lo fácil que le era a Bellatrix meterse en su vida nuevamente.

¿Acaso nunca podría librarse de ella?

¿Acaso nunca podría ser completamente libre de los malditos lazos familiares que aún la atormentaban?

A la mañana siguiente, tras salir de la oficina de aurores, Andrómeda dejó a Ted en su trabajo, jurandole qué se encontraría bien. No obstante todas las veces en que dijo estar tranquila eran más un recordatorio para ella misma.

No se quedaría de brazos cruzados. Averiguaría todo lo que pudiera y haría todo lo que estuviera en sus manos para mantener a salvo a su familia.

Desapareció y la magia la condujo a Wiltshire, en el sureste de Inglaterra. Evidentemente muy lejos de su casa, pero era un viaje necesario. Cuando apareció, se vió ante una imponente construcción. Para llegar a la reja de metal había que atravesar un camino angosto rodeado de setos, los cuales estaban pulcramente podados, la verja era de hierro y sumamente imponente.

Cuando tocó el metal, los barrotes se desdibujaron, convirtiéndose en un rostro siniestro, fantasmal y repulsivo.

—¿Con quién desea hablar?

—Con la señora Malfoy, por favor.

Las puertas tardaron unos minutos y creyó que tendría que ponerse a gritar como una demente, pero finalmente estas se abrieron permitiéndole el paso.
Avanzó por la suntuosa hilera de rocas caliza que designaban el camino hasta la puerta principal, todo era elegante y destilaba presunción. Inclusive habían pavos reales blancos libres caminando por el antejardín, restregando en la cara de todos quienes entraban cuánto poder tenían las personas que allí vivían.

Cuando estuvo a punto de tocar la puerta, un niño de unos cuatro años, rubio y con algunos rizos abrió la puerta. Este le dedicó una sonrisa tímida antes de hablar, mirando a la bruja de arriba a abajo. Un gesto muy similar al de su progenitora.

—¿Quién eres?

Andrómeda se quedó sin palabras por unos momentos, hasta que detrás del niño apareció la figura que estaba esperando.

Cariño ve adentro, mami tiene que tener una conversación.

—Pero estábamos jugando con los destellos dorados —murmuró el niño.

—Te prometo que cuando termine, mami irá enseguida y volverá a jugar contigo e incluso haremos burbujas ¿te parece?

El niño desapareció y entró en la casa corriendo mientras sonreía.

Era idéntico a su madre.

Ambas mujeres se contemplaron por largos segundos sin decir palabras.

—Tanto tiempo sin vernos, Andrómeda.

—En efecto, pero tenemos que hablar, Narcissa. Tenemos que hablar sobre Bellatrix. Es urgente.

«Avada Kedavra» The Black Sisters ³Donde viven las historias. Descúbrelo ahora