Capítulo 19

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-Tay... -dijo Madelaine con los ojos cerrados al notar como besaban su mejilla, pequeños besos por toda su cara, entreabrió los ojos y vio unos hermosos ojos marrones mirándola fijamente, pegados a su cara. Mónica. Madelaine abrió los ojos de golpe, con el corazón latiendole a toda velocidad

-No puedo mimir -dijo Noah haciendo un pequeño puchero

-Noah... -aquellos ojos iguales que los de su madre, Madelaine intentó calmar su acelerado corazón, ¿por qué? ¿por qué le seguía afectando después de tanto tiempo?

-¿Me cantas? -pidió Noah acurrucándose en la cama al lado de Madelaine

-La cantante es tu madre... -dijo Madelaine con un suspiro tapando al pequeño

-Mami está dormida

-Y yo lo estaba hasta que me has despertado -dijo Madelaine sin poder creer que estuviera discutiendo con un niño de cuatro años

-¿No te gustan mis besitos? -dijo el niño triste

-No he dicho eso -Madelaine le dio un beso en la frente y se metió en la cama-. ¿Qué canción quieres que te cante?

El pequeño se encogió de hombros, Madelaine le tocó el pelo, dejando que se pegara a su cuerpo, mirando como el pequeño cogía una de sus manos y la abrazaba, con sus ojos marrones mirándola fijamente, con una pequeña sonrisa en sus labios. Madelaine pensó en unos cuatro años atrás, cuando aquellos ojos la miraban como ahora, con una sonrisa provocada por reflejo al sentir piel con piel, la primera vez que aquel pequeño le cogía uno de sus dedos, mirándola mientras le cantaba, justo como en aquel momento, Madelaine comenzó a cantar, la misma canción que había cantado en aquel hospital de Italia

***

Mónica abrió los ojos y, por un momento, pensó que estaba soñando, ese sueño lo había tenido a veces con anterioridad, el recuerdo de una voz cantando, aquella canción que no era capaz de escuchar la letra, solo la melodía. Sin embargo, ahora lo escuchaba con claridad, Mónica miró a su alrededor, se sentía confusa al no estar en el cuarto de un hospital. Despierta y con sus sentidos agudizados, pudo recordar que estaba en la que era su nueva casa, la voz que escuchaba la reconoció, era la de Madelaine.

Mónica miró a su lado, se sobresaltó al no ver a Noah, miró en el baño, incluso en el otro lado de la cama por si se había caído, entonces la canción le llegó de nuevo, y Mónica tuvo un presentimiento, cruzó los pocos pasos que había desde su puerta a la de Madelaine, se asomó al verla entreabierta, la voz de Madelaine se escuchaba bien, escuchó la letra de aquella canción cantada en inglés, una canción triste, pero pudo ver a Noah abrazada a ella, con los ojos cerrados, Madelaine acariciaba el rostro del pequeño mientras cantaba. Mónica se pegó a la pared fuera de la habitación, mirando aquella imagen, había tanta dulzura en el gesto de la pelirroja, en su forma de cantar, que Mónica sintió un gran pesar en su interior.

El pesar de ser la que había inspirado aquella canción, pues había sido meses después de que le rompiera el corazón a Madelaine, pero sobre todo, el pesar de que Noah no conociera un amor como el que aquella mujer era capaz de inspirar, por un momento se preguntó qué hubiera pasado si hubiera tenido a Noah con Madelaine. Amaba a Noah, lo hacía con toda su alma, pero en su interior notaba que faltaba algo, y a veces, en sus sueños veía el qué, veía los ojos llorosos de una mujer que le gritaba en un teatro lo difícil que había sido amarla mientras estaba con otro. Aquella conversación con Madelaine la perseguía en sueños, y cada noche, sentía ese agujero en su interior al saber que había dejado ir seguramente a la única persona que la había querido sin esperar nada de ella, nada que no fuera amor.

Futuro RobadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora