Capítulo 3

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Mónica se despertó temprano, como siempre lo hacía, últimamente no conseguía dormir hasta tarde, por muy cansada que estuviera, fue al baño y como cada mañana se quedaba un rato mirando el reflejo de aquella desconocida que le devolvía la mirada. Tocó su rostro, sus arrugas, tocó un cuerpo que se le antojaba desconocido, había envejecido literalmente casi veinte años y ni siquiera sabía cómo. ¿Cómo un día te vas a dormir con treinta y un años y al siguiente te levantas con cuarenta y ocho?

Miró por el espejo a la habitación que tenía atrás, la puerta estaba abierta, por lo que se veía perfectamente la cama y al hombre allí dormido, Óscar también había envejecido, pero las canas le sentaban bien, le daban un toque interesante. Para ella llevaba solo dos años en Italia, pero al parecer llevaba allí mucho más, diecinueve años. A ella le encantaba Italia, no le sorprendía haberse establecido allí, pero todo era extraño, su hijo que había pasado de tener nueve años a tener veintiséis, no recordaba su adolescencia, ni cuando se había convertido en un hombre, era un completo desconocido para ella. Ni siquiera recordaba a sus mascotas, Unai y Simba, únicamente sabía cómo se llamaban porque había escuchado a Aitor llamarlas así, aunque era evidente que los animales si la recordaban, siempre la rondaban, mientras que Unai gruñía a Óscar siempre que lo veía.

Mónica se quedó un rato mirándose en el espejo, intentando recordar, parando cuando un fuerte dolor de cabeza amenazaba con fastidiarle el día. Se cambió de ropa y fue a hacerse un café. Mientras preparaba todo, Unai comenzó a arañar la puerta queriendo salir, algo que nunca había hecho antes

-¿Qué te pasa? Estás muy raro desde ayer -dijo Mónica acercándose a él y acariciándolo, se lo llevó consigo a la cocina

Unai apenas estuvo dos minutos junto a Mónica y volvió a insistir en salir

-¿Ni siquiera puedes aguantar a que termine el café? -preguntó Mónica echando el café en un termo, cogiendo los plásticos de Unai y su correa

Una vez libre, Unai comenzó a correr hacia la calle de la izquierda, refrenado por Mónica que impedía que pudiera alejarse corriendo, Unai la condujo hasta la playa

-¿Me has traído porque quieres jugar?

Mónica soltó un resoplido y se encogió en su chaqueta, era muy temprano y refrescaba. Soltó la correa de Unai y vio cómo se alejaba corriendo, lo hacía en ocasiones, corría hasta el agua y volvía corriendo, pero en esta ocasión no corrió al agua, desde las escaleras Mónica vio como se acercaba a alguien que estaba corriendo y corría a su lado, la persona se detuvo a acariciar al animal mirando a su alrededor, Mónica sabía que no podía verla, no desde donde estaba. Mónica tuvo curiosidad por saber qué haría aquella persona, por lo que se sentó en las escaleras mientras tomaba su café y se quedó observando.

Madelaine corrió un poco más con Unai a su lado, le sorprendía que estuviera solo, Mónica debía vivir cerca si lo dejaba libre, pero nunca lo había hecho, ni siquiera en la playa cerca de su casa, aunque Unai allí tenía un gran jardín donde poder jugar con libertad. ¿Quizás no estaba con Mónica? ¿Con Aitor? ¿Con Óscar? El imaginar encontrarse frente a frente con Óscar hizo que se le acelerara el corazón. ¿Él sabría quién era? Hubo un tiempo en el que quiso ser su representante, pero ella nunca lo había visto en persona, ¿él sabría de su relación con Mónica? Ellas nunca lo habían aireado, pero tampoco lo mantenían en secreto.

Madelaine comenzó a hacer estiramientos, sonriendo cuando Unai se estiraba con ella, ¡cómo lo había extrañado! Comenzó a saltar, agacharse de cuclillas, para levantarse y volver a hacer varias repeticiones mientras Unai saltaba a la par que ella. Le rascó detrás de la oreja y le besó la cabeza al hacerlo. Volvió a correr hacia las escaleras que daban al camino hacia su casa, hablaba con Unai mientras se dirigía allí sin darse cuenta de que era observada

Futuro RobadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora