Aitor entró en su casa, vio a su madre sentada en el sofá con un libro en la mano, pero su mirada estaba perdida más allá de las letras, sabía perfectamente que no estaba mirando el libro. Le dedicó una sonrisa cuando lo vio entrar, aunque era una sonrisa llena de cariño, no era una sonrisa de verdad. Se dirigió hacia su habitación, aunque se quedó en la puerta del salón, mirando a su madre, recordando el miedo que sintió cuando le dijeron que tuvo un accidente, estaba aterrado cuando la vio en la cama del hospital, pero cuando vio a su padre, su mirada se iluminó, sonrió como hacía tiempo no le sonreía, los últimos años de su matrimonio, no se habían mirado así, sin embargo, su madre lo miraba como una mujer enamorada, es por eso que pensó que quizás podrían volver a ser una familia. Aitor estaba convencido que lo suyo con Madelaine era solo una crisis de madurez, ¿cómo si no se entendía que estuviera con una mujer veinte años más joven que ella? Una chica que podría ser su hija. Pero aquella fantasía de una familia feliz había durado un mes, después sus padres le recordaban a los últimos años de casados, atentos el uno con el otro, pero sin esa mirada de amor, su padre no la amaba, se había mentido al creer que podría volver a recuperar lo que tuvieron, y su madre nunca había sido tonta, se daba cuenta y cada vez sonreía menos, cada vez estaba más apagada. Aitor quería hacer algo por ella, aunque no sabía qué hacer, se había quedado en Italia para estar con ella, salía a pasear, le daba conversación, veía películas y aunque por instantes conseguía que se evadiera, esa sombra de melancolía no terminaba de irse, creyó que mejoraría cuando volvió un día con el cambio de look, pero apenas le duró un par de días, eran momentos efímeros de felicidad. A su pesar, con gran arrepentimiento y vergüenza, se dio cuenta de que las veces que más feliz había visto a su madre era con Madelaine, con aquella joven a la que no le había dado ni tan siquiera una oportunidad de ver cómo era, cómo trataba a su madre.
Aitor miró hacia la casa de la que acababa de salir, una casa en la que la mitad de ellos lo miraban con recelo, aquellos que no lo conocían, y otros con pesar, los que sí. Una casa llena de personas que habían ido a acompañar a aquella mujer que al igual que su madre, tenía una mirada triste. Aitor conocía a Vane y Pepe desde hacía años, durante la mitad de su vida habían estado cerca de su madre, y ahora estaban allí, una vez más preocupandose por su padre, pero también dejando su vida atrás para apoyar a aquella mujer que había dejado todo atrás después de seis meses de abandono, de saber que la mujer a la que quería estaba con otro y la había olvidado, Aitor comenzó a pensar, que quizás su error había sido demasiado grande, un error por su inmadurez que había hecho sufrir a dos personas y una de ellas, una madre que lo acogió de pequeño y le dio todo su amor. Una madre que fue capaz de renunciar al amor por él.
-¿Estás bien? -preguntó Mónica al ver que Aitor estaba con la mirada perdida
-Te quiero -dijo Aitor acercándose a ella y dándole un beso en la cabeza
-Y yo a ti -Mónica sonrió-. Tu padre se ha tenido que ir por trabajo, ¿qué te parece si comemos hoy fuera?
-No puedo -dijo Aitor con un gesto de disculpa-. Voy a hacer de guía por la montaña
-¿De guía? ¿De quién? -Mónica no creía en las coincidencias y era demasiada coincidencia que su hijo fuera a hacer de guía cuando sus nuevos vecinos habían decidido ir
-De los vecinos, van en una hora a la montaña, comeremos allí y después los traeré de regreso
-¿Cuándo has conocido a los vecinos?
-Esta mañana estaba en su casa cuando decidieron ir a la montaña
-No vas a ir con unos completos desconocidos a la montaña, no los conocemos de nada
-Mamá, que ya no soy un niño, además si estás más tranquila, ¿por qué no vienes con nosotros? Tú conoces mejor que yo el camino -comentó Aitor-. Es mejor que estar aquí sola
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Futuro Robado
Fiksi Penggemar2º parte de "El loco juego del amor" Han pasado dos años desde que Madelaine y Mónica decidieron dejar atrás los miedos y confesar a todos su amor. Habían superado muchos obstáculos para estar juntas, pero ninguna de las dos pensó que el destino te...