6. Felicidad rota

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Nota: ¡Hola! buenas noches, el día de hoy les traigo un capítulo extra por motivo del cumpleaños de Harry, aunque no es precisamente feliz, no quise dejar pasar desapercibido el día <3

Muchas gracias por leer, nos vemos en la próxima <3 

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Sentía como si su cuerpo fuera un bloque grande y pesado, no podía moverse, esperó unos minutos para girarse de lado y al instante sintió cómo varios huesos de su cuerpo tronaron debido al movimiento, el entrenamiento de ese día en particular logró dejarlo bastante agotado por lo qué tardó unos minutos en volver a la realidad.

¡Mierda!

Se había quedado dormido esperando a Draco, de inmediato se incorporó en la cama dándose cuenta que seguía solo, tal cual cuando volvió del trabajo. Harry supuso que su rubio lo había visto dormir tan plácidamente que no quiso despertarlo, pero tenían planes y no pensaba dejarlos pasar así que muy despacio se levantó de la cama para ir directo al baño, lo único que iluminaba la habitación era la luz de la luna en todo su esplendor, no necesitó conjurar un tempus para saber que era bastante tarde. Una vez dentro del baño se lavó la cara quitando los restos de sueño de su cuerpo y momentáneamente funcionó, sin embargo había comenzado a bostezar teniendo ganas de dormir hasta el otro día, pero no podía tomarse ese lujo ahora. Así que una vez con el rostro seco y las gafas puestas de nueva cuenta salió de ahí para buscar a su marido que seguramente estaba en la sala de televisión viendo alguna nueva película muggle que lo mantuviera entretenido, o en su defecto en la terraza leyendo algún nuevo libro.

Al salir de su habitación le pareció sumamente extraño que el pasillo estuviera en penumbras pues a Draco le encantaba tener su casa iluminada, pasó por su mente la posibilidad de que fuera para no despertarlo pero la puerta de su cuarto había estado cerrada y a penas se podía colar un pequeño rayo de luz por debajo de esta, así que lanzó un lumus a los pequeños faros de luz sobre el pasillo que iluminaron y encandilaron su visión. Caminó lentamente hasta las escaleras, bajándose de la misma forma, sosteniendo lo más fuerte que podía el barandal. Recorrió con la mirada la sala de televisión encontrándose con el lugar vacío y falto de vida, enseguida caminó a la terraza mirando a su paso la cocina y revisando uno de los baños de la planta baja sin tener suerte. Al llegar a la terraza la encontró de la misma forma que la última vez que estuvo ahí. La mesa de madera que adornaba el lugar tenía las flores que Draco había puesto días atrás con un hechizo que les impedía marchitarse, al menos por un buen tiempo, también estaba el último libro que había leído sobre las pociones más peligrosas jamás vistas de las que estuvo horas hablando sin parar desde que lo terminó de leer, justo ahí, en la mecedora que pusieron por idea de su marido.

Su corazón se contrajo dolorosamente, sentía unas enormes ganas de llorar, pero no podía hacerlo, al menos hasta que Draco apareciera y con eso en mente dio media vuelta abandonando el lugar.

—¡Draco! —llamó el azabache en voz alta—. ¡Amor ya desperté!

No obtuvo respuesta, lo único que escuchó fue el eco de su voz y un zumbido que pareció calarle los tímpanos debido al silencio que ahora reinaba su hogar.

—Cariño, ¿Dónde estás? —su voz se cortó de pronto.

Su mal presentimiento tomó sentido, ¿pero qué estaba pasando?. ¿Dónde estaba su amor?.

Las lágrimas resbalaron rápidamente por sus mejillas, algo no estaba bien, su corazón se lo decía, ¿Y sí tuvo un accidente? ¿Estaría herido en San Mungo? y si fue el caso ¿Por qué no le avisaron?. Quitando las lágrimas de su rostro se encaminó a su primer destino: el ministerio, ahí tenía que encontrarlo si es que aun no salía del lugar, o en su defecto informarle dónde estaba, definitivamente el hospital tenía que ser su última opción.

Sólo Es Amortentia || DrarryDonde viven las historias. Descúbrelo ahora