XXI

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XXI

Realmente hice un esfuerzo por encontrar a Aspen, pero con la magnitud del palacio y sin ninguna persona a quien poderle preguntar directamente por un guardia, comenzó a ser una tarea realmente difícil, de la cual desistí al segundo día. Me dije a mi misma que estaba muy ocupado trabajando como para buscar a una simple seleccionada.

Sin embargo, una parte de mi sentía que lo vería pronto. El Palacio era grande, pero no tanto.

Con tantas chicas reunidas era solo cuestión de tiempo para que una de nosotras estuviera de cumpleaños, y ese día había llegado más pronto que tarde, y la afortunada fue Kriss.

Ella debió decirle a Maxon al respecto, porque se encargó de que alguien organizara una gran fiesta de asistencia obligatoria para las Seleccionadas, así que el día en cuestión había un montón de chicas entrando y saliendo de las habitaciones preguntando que ponerse o haciendo cábalas sobre la magnitud de la fiesta.

Mis doncellas me pusieron un lindo vestido rosa, y emprendí camino al Gran Comedor, esperando ver a Aspen por fin ahí, pero no. En su lugar, si vi a un montón de hombres uniformados haciendo guardia en las paredes, lo cual se me hizo exagerado.

El salón estaba decorado con gran elegancia. Había jarrones colgados de las paredes, con enormes arreglos de flores blancas y amarillas, y unos ramos similares en centros repartidos por la estancia. Las ventanas, los tabiques y prácticamente todo lo que no se movia estaba cubierto de guirnaldas. Había unas mesitas cubiertas con vistosos manteles salpicados de confeti brillante. Y unos grandes lazos decoraban los respaldos de las sillas por detrás.

En una esquina había un enorme pastel a juego con los colores de la habitación. Y a su lado, sobre una mesita, unos cuantos regalos para la cumpleañera.
Había un cuarteto de cuerda junto a una pared, lo que hacía que mi iniciativa perdiera toda su gracia, y un fotógrafo se paseaba por la habitación, captando instantáneas para compartir con el público.

En la habitación reinaba un ambiente festivo. Tiny —que hasta ahora solo había conseguido intimar con Marlee— hablaba con Emmica y Jenna, y se la veía más animada que nunca. Marlee estaba junto a una ventana, y parecía que montaba guardia como los soldados.

No parecía tener ninguna intención de alejarse de aquel rincón, pero paraba a todo el que pasaba para charlar. Un grupo de Treses —Kayleigh, Elizabeth y Emily— se giraron, sonrientes, y me saludaron con la mano. Les devolví el saludo. Todo el mundo parecía estar
feliz y de buen humor.

Salvo Celeste y Bariel. Generalmente eran inseparables, pero en aquel momento se encontraban en extremos opuestos de la habitación: Bariel hablaba con Samantha; Celeste estaba sola en una mesa, agarrando una copa de cristal con un líquido de un color rojo intenso.

Estaba claro que me había perdido algo de lo que había ocurrido entre la cena del día anterior y aquel momento. Tomé una copa de vino y fui directo a hacerle compañía a Marlee.

—Hola, Marlee. Vaya fiesta, ¿no? —pregunté, sentándome a su lado.

—Desde luego. —Me abrazó—. He oído que Maxon vendrá más tarde para desearle a Kriss feliz cumpleaños en persona. ¿No es encantador? Supongo que él también tendrá un regalo.

Marlee siguió adelante con su típico entusiasmo. Yo aún me preguntaba cuál era su secreto, pero confiaba en que me lo contaría si lo necesitaba. Hablamos de tonterías unos minutos hasta que oímos un clamor generalizado en la entrada al salón.
Marlee y yo nos giramos y, aunque ella mantuvo la calma, sentí que me deshinchaba por completo.

La elección del vestido de Kriss había sido un acto de estrategia increíble. Todas íbamos vestidas de día —con vestidos cortos e inocentes— y ella llevaba un vestido de ceremonia
hasta el suelo. Pero no era solo la longitud. Era de un color crema casi blanquecino. La habían peinado con una sarta de joyas amarillas que trazaban una línea sobre la frente y que recordaban sutilmente una corona. Se la vela madura, regia, como una novia.

Una Selección DiferenteWhere stories live. Discover now