VII

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VII

La mañana siguiente me vestí con el uniforme de las seleccionadas: pantalones negros, camisa blanca y la flor de mi provincia —un lirio— en el pelo. Los zapatos los pude escoger. Me decanté por unos tacones negros, con el tacón grueso. Pensé que debía demostrar que tenía la suficiente elegancia para estar en la Selección, pero estando cómoda también (nadie aguanta el tacón de aguja más de una hora).

Estábamos ya a punto para salir en dirección a la plaza. Cada una de las seleccionadas iba a tener una ceremonia de despedida en su provincia de origen, y a mí la mía no me hacía ninguna ilusión. Toda aquella gente allí mirándome, y yo de pie como una tonta. La escena en conjunto era ridícula, ya que tenía que recorrer los tres kilómetros de trayecto en coche, por motivos de seguridad.

El día fue incómodo desde el principio. Alessia no paraba de tocar mi cabello para asegurarse que estuviera bien ordenado, Gwen no paraba de recitar como debía comportarme con la familia real, Austin parloteaba con Zedd sobre yo que se, Kira estaba tratando de maquillarse para las próximas cámaras. Mamá y papá solo nos veían desde una esquina sin decir nada.

Eadlyn era mi único consuelo. Me cogió de la mano e intentó transmitirme confianza sin mediar palabra alguna. Cuando llegamos a la atestada plaza aún íbamos de la mano. Daba la impresión de que toda la provincia de Carolina había acudido a despedirme. O a ver qué tenía yo de especial. Desde la tarima en la que me encontraba, vi la masa de gente que me observaba.

Allí de pie pude comprobar las diferencias entre las castas. Margareta Stines era una Tres, y ella y sus padres me perforaron con la mirada. Tenile Digger era una Siete, y me lanzaba besos. La gente de las castas superiores me miraba como si les hubiera robado algo que les perteneciera. Las Cuatros y la gente de castas inferiores me animaban, veían en mí solo a una chica que había triunfado (aunque muchas revistas decían lo contrario). Me di cuenta de lo marcadas que eran las diferencias para aquellas personas. Esperaba que eso pudiera cambiar, ser diferente.

Intenté concentrarme en aquellas caras, levantando la cabeza. Estaba decidida a hacerlo bien. Me habría dado más orgullo intentar representar a las castas bajas, más que a las altas, pero me iba a asegurar de ser la voz de todos ellos mientras estuviera en la Selección. Me iba a asegurar de ello.

El alcalde hizo un discurso lleno de florituras:

—¡... y Carolina animará a la bella hija de Leonora y de Brandon Wilson, Lady Nadine Wilson!

La multitud aplaudió y me vitoreó.

Algunos lanzaron flores.

Registré aquel sonido por un momento, sonriendo y saludando con la mano, y luego volví a escrutar a la multitud, pero esta vez con un objetivo diferente.

Quería ver su rostro una vez más si podía. No sabía si habría venido. El día anterior me había dicho que estaba preciosa, pero se había mostrado distante, y sabía que no quería extrañarme más de lo necesario.

Tuve que pasear la vista varias veces por entre la gente, pero por fin lo encontré, y de inmediato me dieron ganas de llorar. Aspen estaba allí de pie, con America Singer delante de él, agarrándola por la cintura desenfadadamente y sonriendo.

America se veía radiante, seguramente ya le habían dicho a sus familias sobre su relación, y ni hablar de Aspen, que la veía como si fuera una mismísima diosa griega.

A lo mejor llevaban toda la semana viéndose y saliendo juntos. Aspen presumiéndola con quien se le cruzara en el camino.

Estaba demasiado feliz por él que podría llorar, pero no lo haría.

Una Selección DiferenteWhere stories live. Discover now