Cansado, Severus estaba realmente cansado. Cansado de esperar durante horas en aquel lugar sin saber que será de ellos, cansado de sentir miedo, cansado de su decisión de huir.
-Esta anocheciendo- dijo Lucius- joder, me muero de sed.
-Llevamos más de doce horas aquí metidos- susurró Xenophilius desde la esquina de la que no se había movido en todo el tiempo- se habrán olvidado de nosotros, espero que no, no creo que aguante mucho más, necesito ir al baño.
Lily cogió un viejo cubo y se lo lanzó al rubio menor.
-Hazlo rápido- ordenó- tiraremos las pruebas por la ventana, como sino hubiera pasado nada.
-Si meas hay haré que te lo tragues- interrumpió una voz.
Los omegas se giraron preocupados y, con velocidad, se reagruparon protegiendo al rubio. El alfa que los miraba simplemente rio, con una orden los colocó en fila y los guio a través de la aldea. Severus habría admirado el paisaje frente a él sino fue por su situación. El oleaje se encontraba alto provocando que saladas olas golpearan sus pies por encima de los tobillos pero no más allá de sus pantorrillas, las lámparas de aceite colgaban en las puertas de las casas iluminando la noche y otorgándole un brillo especial al mar frente a él. Severus sonrió. Si esa sería la última imagen que recordaría, si los Laut acababan esa noche con su vida, él, descansaría feliz.
-¿Estos son todos?- pregunto una voz sacándole de sus pensamientos- creí que habría más, Fudge prometió más.
El pelinegro observó atentamente al alfa. Tenía el cuerpo marcado con tatuajes tribales y una barba recortada que marcaba su gruesa mandíbula, sus brillantes ojos apenas estaban dirigidos a ellos, sino que se centraban en el cuerpo del omega sobre sus rodillas. Severus se sonrojo, a pesar de la túnica que le cubría podía observar claramente el pene del alfa introducido en la estrechez del que, él supuso, era su pareja.
-Tu que crees Albus- le preguntó al omega mientras movía su sonrojada cara dejando al descubierto el collar de esclavo- ¿qué hago con ellos?
El omega tembló levemente incapaz de decir palabra alguna, en su mirada se podía ver el miedo plasmado, un miedo que difícilmente podía disimular.
-Tom- llamó- a tu madre parece que le ha cortado la lengua el gato, ¿qué hago con ellos?
Al lado de la pareja, un niño de no más de 5 años, se levantó con paso torpe. Severus se encandilo al momento. Su piel morena todavía brillaba con la grasa propia de la edad y sus hermosos ojos verdes, idénticos a los del alfa, brillaban con una inocencia que el pelinegro nunca hubiera imaginado ver en aquella tribu.
-Gellert...
-Papá- corrigió el alfa con voz cansada.
-Gellert- volvió a repetir el pequeño ignorando la advertencia del hombre y sacándole una imperceptible sonrisa a su madre- quiero más amigos para jugar y mamá me ha dicho que eso se consigue cuando dos personas se enamoran- el pequeño miró a su padre seriamente- quiero que se enamoren, haz que se enamoren.
-Pues ya habéis escuchado al mocoso, repartirlos como queráis- sentencio.
Severus observó con miedo como los alfas se acercaban a ellos con miradas depredadoras. En un momento fueron apresados por miles de manos que tiraban de ellos magullando su piel y sacándoles gritos de dolor. El joven fue lanzado al suelo, cerca de los pies de la misma omega que le había insultado en la barca. Al contrario que la pareja del líder, esta, usaba pantalones y tenía su cabello suelto con brillantes perlas enredadas como pequeñas estrellas. El pelinegro la miró durante varios segundos, suplicando ayuda y obteniendo únicamente una sonrisa, la chica pensaba que nadie le elegiría.
El grito de Lucius llamó su atención. El joven rubio se encontraba de rodillas con el brazo extendido en una posición antinatural y con la cara pegada al suelo. Severus corrió hacia él. Las olas golpeaban la cara de su amigo impidiéndole respirar y sacando aquellos gritos ahogados.
-¿A dónde vas pequeñajo?- le frenó una fuerte mano.
El cuerpo del omega fue lanzado hacía atrás y sus costillas fuertemente golpeadas, el aire salió de sus pulmones.
-Lucius- jadeo mientras extendía el brazo hacia su compañero.
-¿El rubio?- pregunto el alfa mientras se posicionaba sobre él- tranquilo no se ahogara y si lo hace, simplemente, no sirve para sobrevivir aquí.
El pelinegro forcejeo en un intento de sacarse aquel pesado cuerpo de encima, de alejar aquel alfa que le golpeaba marcando su blanca piel.
-Estate quieto cojones- gruñó.
-¡Suéltame!- gritaba mezclando su voz con las de sus compañeros- No me toques.
Severus movía sus manos, lanzando golpes que nunca llegaban a su objetivo y obteniendo a cambio un nuevo moratón en su piel. Sus ojos vagaban entre el joven sobre él y la multitud que los observaba mientras bebían, como si aquel extraño ritual fuera la mejor diversión que hubieran tenido en años. Sus brazos cayeron cansados a ambos lados.
-Buen omega- le susurró-ahora si, buen omega.
Severus sintió que lo duros golpes fueron sustituidos por dulces caricias que descendían por su cuello hasta su pecho.
-No eres muy hermoso, pero tienes un agujero- las manos agarraron con fuerza sus caderas elevándoles lo suficiente para que el alfa oliera su intimidad- servirás, al menos, durante un tiempo.
-Si no te gusta me lo quedaré yo- interrumpió una segunda voz.
El omega giró su cabeza y enfocó con dificultad al alfa de rizos y músculos tatuados que esperaba a su lado.
-No jodas Black- gruñó el contrario mientras se alejaba del cuerpo en el suelo- Hay otros 3, ¿por qué coño quieres este?
El llamado Black le miró durante lo que parecieron horas y luego sonrió, sus brazos le levantaron sin cuidado, lanzándolo sobre su hombro.
-No quiero que te cargues un manjar tan rico- contesto- mira como le has dejado al pobre.
-Tiene que aprender su lugar.
-Y lo hará- aseguró- pero no así.
Severus fue zarandeado, alejándose del grupo, de sus amigos que todavía gritaban y lloraban en aquel mojado suelo. Él era el único que, en aquellos momentos, había conseguido un dueño, él único que se alejaba de aquella escena que marcaría sus vidas.
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Salvaje (Harry Potter)
FanfictionLa enemistad entre ambos clanes había estado siempre presente, creciendo como una llamarada descontrolada y, cuando todo explotó, solo quedaba sobrevivir. Los personajes no me pertenecen.