Me encaminé a la entrada del edificio, donde los chicos sin nombre charlaban tranquilamente sobre dios sabe qué cosa. Ambos estaban tan distraídos el uno con el otro que ni siquiera escucharon mis pasos mientras me acercaba rápidamente a ellos.
— ¿Puedo pasar? — pregunté, haciendo notar mi presencia frente a ellos dos.
Ambos me miraron, sorprendidos, tal vez asustados.Él se apartó de la puerta casi de inmediato, ella en cambio se quedó ahí, estática, observándome de pies a cabeza.
— ¿Qué haces tú aquí? — me preguntó ella, cruzando los brazos frente a su pecho.
— En este edificio están los dormitorios de los chicos — le aclaré — ¿Te importaría? — señalé la puerta de cristal detrás de ella.
Quería entrar, subir las escaleras e irme directo a la cama, pero ella ni siquiera se movió de su lugar.
— ¿Y tú pasas por un chico? — soltó con una sonrisa burlona en el rostro.
— Podría demostrártelo, pero no creo que a tu amigo le guste verme en pelotas — creo que esta vez yo gano mocosa.
— Lucía, déjalo en paz — dijo él.
Mi compañero de dormitorio la agarró por la muñeca y la obligó a moverse a un lado, dejándome vía libre hacia la puerta. Le sonreí al castaño y seguí con mi camino.
— Con que Lucía, ¿eh? — susurré al pasar cerca de ella.
Una pequeña sonrisa se formó en mis labios cuando giré un poco la cabeza para observarla. Ella también me estaba mirando, sus labios se curvaron en una sonrisa ligera cuando intercambió un rápido vistazo conmigo.
Las luces en el interior del edificio ya estaban apagadas. Metí la mano en el bolsillo de mi pantalón, en busca de mi teléfono. Prendí la linterna lo más rápido que pude y arrastré los pies hacia el ascensor.
Las puertas del ascensor se abrieron en la cuarta planta del lugar con un pitido que inundó el pasillo oscuro. Avancé hasta la puerta con el número treinta y cinco en ella y al fin entré a mi dormitorio.
Las luces ahí dentro también estaban apagadas, le di un vistazo rápido a Andrew antes de subir a la cama de arriba. El rubio dormía de lado, con la cara enterrada en la almohada mientras roncaba con la boca abierta.
Llevaba veinte minutos desde que había subido aquí y aún no conseguía dormirme. Dirigí la vista a la puerta cuando escuché al chico de pelo castaño abriéndola con cuidado de no hacer mucho ruido. Llevaba algo en brazos y la luz de la luna que se colaba por la ventana era tan escasa que apenas podía ver la silueta del chico dirigiéndose al balcón.
Decidí centrarme en la música suave de mis audífonos.
Ya le pillarían si era algo ilegal.
Y milagrosamente logré quedarme dormido antes de las dos de la mañana.***
Abrí los ojos de golpe cuando alguien chocó con la mesa en la que estaba recostado. Llevaba pocos minutos en el salón pero mi falta de sueño en las noches me había obligado a quedarme dormido sobre la mesa.
Diría que soy de esos que se duermen con facilidad en cualquier sitio.
Levanté la cabeza cuando escuché los pasos de mi profesor de Economía, creo que Andrew dijo que se apellida Kidman o algo parecido entrando en el salón. Observé al hombre de poco pelo esparciendo sus cosas en la mesa de los profesores. Tomó una tiza y apuntó algo en el pizarrón, mientras los chicos del salón se acomodaban en sus puestos. Kidman dejó la tiza a un lado de la mesa y se sentó en la silla de su mesa de madera oscura, observándonos a todos detalladamente.
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Solo tú y yo [FINALIZADA]
Ficção AdolescenteEn un internado, en las afueras de Madrid, Dylan Holland comienza los estudios de una carrera que no le gusta. Lucía Derricks quiere olvidarse del pasado oscuro que la asecha y concentrarse en sus estudios es lo único que puede hacer. Así es como...