Capítulo 23

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Dylan

— Dame tu teléfono — pedí, ella lo hizo y, cuando lo tuve en mis manos, apunté mi número y me hice una llamada. La luz de la pantalla de mi teléfono se alzó en la oscuridad —. Llámame — le dije cuando hubo llegado a la puerta.

La chica con la que había pasado todo este tiempo cerró la puerta a sus espaldas, dejándome solo y a oscuras una vez más.

Mi prima era lo más cercano a una mejor amiga que tenía. Habíamos estado hablando sobre lo ocurrido la semana pasada y su consejo fue que me olvidara de Lucía.

Había pasado estos días en casa de mis primos, los gemelos. Una anécdota que se repetía muy seguido en mi familia nos relacionaba a los tres: las personas que nos veían juntos siempre pensaban que mi primo y yo éramos mellizos debido al gran parecido que compartimos. Éramos los trillizos si mi prima estaba presente. Y quizá por eso, cuando nos juntaban en las fiestas o reuniones de la familia, no nos separabamos. Muchas veces, mi primo y yo, nos hacíamos pasar por el otro para divertirnos y mi prima se encargaba de delatarnos. Estar con ellos me hacía feliz de pequeño y por eso había terminado en su casa.

Estuve en la ciudad un rato y, al regresar, mis primos tenían una fiesta montada. Jonny me había pedido las llaves de la moto y yo se las había dado a cambio de que no me obligaran a participar de la fiesta. Habían intentado incluirme en sus planes, pero yo me rehusaba. No me gustaban las fiestas, y ahora menos.

La música a penas se escuchaba desde esta habitación, la que había ocupado en estos días y de las últimas del pasillo, pero pude notar como dejaba de sacudir el piso de abajo. Me incorporé en la cama y extendí el brazo hasta la ventana para apartar la cortina y ver cómo mi primo llegaba en mi moto, con una chica sujeta de su estómago.

Volví a recostarme en la cama, cerré los ojos y los cubrí con mi brazo, disfrutando de la soledad iluminadora. Mi cabeza se llenó con imágenes de Lucía, sus ojos brillantes y su risa despampanante. Bufé molesto.

Alguien abrió la puerta de repente y la cerró a sus espaldas a toda velocidad. Podía sentir la desesperación tras su acción y me pregunté qué le había pasado para actuar de esa forma.

No podía ver a la persona con la que ahora compartía el espacio, pero la escuchaba gimotear, entonces comprendía que estaba llorando. Su perfume inundó la habitación y las imágenes con Lucía se repetían en mi cabeza. Me pareció una casualidad demasiado grande que está persona y ella compartieran el mismo perfume dulzón.

La puerta volvió a abrirse e ignoré a mi primo, parado en el umbral. Ahora las luces del pasillo estaban encendidas y la luz se colaba dentro de la habitación. Me mordí el labio para contener la sonrisa tonta que luchaba por plasmarse en mi rostro al reconocer a la chica, sentada detrás de la puerta, con la espalda contra la pared y la cabeza oculta entre los brazos. La conocía tan bien que estaba seguro de que, si estaba así, era porque quería desaparecer del mundo.

¿Qué haces aquí?

Me alegraba de verla y me odiaba a mí mismo por tener ganas de hacerlo aún sabiendo lo que me había hecho.

Ella jugó con tus sentimientos, no te merece.

Lo sé. Me había traicionado, no podía alegrarme de verla.

— Primo — la voz de Jonny me hizo reaccionar y poner los ojos en él. Vi como ponía un par de cosas en la cómoda, junto a la puerta —, te dejo tus llaves y también una cerveza que tomé de la cocina. ¿Quieres algo más?

— Sí, quiero que te vayas ahora — hablé con serenidad, con la intención de que ella notara mi presencia en el cuarto —, y, por favor, cierra la puerta con llave al salir. No quiero que entre nadie más — Jonny frunció el ceño —. Tengo que hablar con una niña bonita — y puse los ojos en Lucía, aún arrinconada tras la puerta.

Solo tú y yo [FINALIZADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora