Capítulo 14

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Omnisciente

La señora Denys había viajado hace tres semanas a Canadá. Siendo su tercera vez visitando el país, aseguraba que no se cansaba de éste lugar. Su hermana, Cecilia Denys, ayer salió de una operación de vesícula con mucho éxito y ella estaba muy contenta de poder ir a verla después de casi un mes. Gracias a que su hijo le enseñó, pudo hacer videollamada antes y después de dicha operación. Ahora esperaba despachar su valija para poder volver tranquila a casa, con su pequeño beagle de seis años, a festejar sus sesenta y dos inviernos.

O esa era la historia que había escuchado Pedro en la fila donde se encontraba. Aguantarse la energética y dominante voz de la señora Denys, era lo que le tocaba por ofrecerse a despachar las valijas él mismo. Maldijo tres veces al cielo por no haber cargado su teléfono antes de salir, ahora estaba con poca batería que debía reservar en caso de que su chica lo llame. No supo en que momento su cabeza comenzó a recapitular las últimas dos semanas junto a ella.

El tono soñador que Bianca emitía al hablar de su cabaña en su pueblo le templaba el corazón. Pocas veces veía esos ojos de ilusión en ella. Hasta había llegado a dibujar los planos de ésta en varios papeles, que el observó con mucha atención, admirando las habilidades de ingeniera que tenía su chica.
No pudo evitar emocionarse de verla así. Tal vez la edad lo estaba volviendo sensible, pensó.

Durante las últimas dos semanas, con mucha voluntad evitaron el contacto físico en el trabajo pero no podían evitar cruzar miradas. Cuando sus ojos conectaban, él se sentía en armonía. Inspirándolo a concentrarse mejor, sabía que ella estaba ahí para él.

Y para cada arreglo estético que necesite la escena.

No paraba de decirle lo orgulloso que estaba del camino que ella misma trazó y cruzó desde el primer día que piso el set de grabación. Ella no hacía más que ponerse rosada y sonreír con vergüenza.

Volver a casa, tomar una ducha caliente juntos y luego acostarse a escuchar discos completos de sus artistas favoritos, era una de las cosas que más amaba compartir con ella. A veces el insomnio le jugaba en contra pero él usaba eso a su favor para observarla descansar.

Se le escapó una sonrisa al pensar en las noches de los fines de semana que se quedaron bebiendo vino hasta tarde y luego terminaron haciendo el amor. Cerró los ojos por un momento, recordándola. Sus labios entreabiertos, su pecho sudado, sus delicadas manos apretando el cabello de él.

Maldita sea, habían pasado dos horas que no la veía y ya extrañaba tenerla a su lado.

- Siguiente... Siguiente.- Repitió la recepcionista alzando la voz, sacando del trance al masculino. Quién se apuró a acercarse al mostrador.- Muy bien señor, su documento por favor.

Después de despachar las valijas correctamente, corroborando dos veces para no confundirse en nada. Necesitaba estar seguro de que esté todo bien.

Este viaje lo tenía inquieto.

Caminó al lugar donde Bianca prometió que estaría, la buscó con la mirada y cuando la vió, volvió a sí mismo.

Estaba mirando la ventana frente a ella, sentada con su pequeño bolsito al lado. Pensó por un momento que el tapado color camel y la boina roja le quedaban tan bonitas. Se acercó sin miedo, y ella al escuchar sus resonantes pasos se giró precipitadamente. Su primer gesto fue de confusión pero cuando notó que era él, en su rostro apareció una enorme y hermosa sonrisa.

The Art Of Eye Contact (Pedro Pascal) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora