Capítulo 15

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El cielo estaba pintando de celeste, sin una pizca de nube. Parecía que iba a ser un lindo día. La brisa era cálida y la ciudad se encontraba tranquila.

Bianca estaba feliz. Santiago había salido a trabajar y llegaba tarde aquel día. Así que al fin tendría su día en paz y pensó en ocuparlo para realizar una limpieza profunda de la casa.

Con jazz sonando en el tocadiscos pasaba un trapo a los muebles de madera. Llenos de libros y cuadros de su familia y la de Santiago. Se quedó observando por un momento una imagen de ella y con su pareja, de viaje en la playa. En la foto vestía un remeron largo ocultando su gran moretón en la costilla derecha.


Pasadas las siete de la tarde, después de tomar mates dulces en soledad. Pero una soledad que la hacía sentir tranquila, cuando no tenía que estar como sirvienta de su aún comprometido. Se dispuso a comenzar a cocinar la cena de aquella noche. Una rica tarta de verduras, le pareció la mejor decisión.


Cuando era pequeña, no le gustaba que mamá haga verduras. Ella quería comer milanesa con papas fritas. O un guiso de pollo. ¿Verduras? Puaj. Su hermana menor si las comía, es más, aborrecía un poco las milanesas o la carne en general. Por suerte mamá siempre encontraba una solución para que ambas coman felices y tranquilas. Después de un postre y ver dibujitos iban felices a la cama.

"Mañana será un nuevo día."

Todas las noches mamá repetía luego de recitar una oración del ángel de la guarda. A veces, en complicidad, una se pasaba a la cama de la otra y dormían juntas.

"Tengo miedo." Expresó la pequeña Bianca.

"¿De qué podrías tener miedo?" La menor Interrogó atenta.

"Del hombre malo." La respuesta de Bianca dejó sin habla a su hermanita.

[...]

El sonido de los metales resonaron en la cerradura indicando que Santiago había llegado, un portazo lo confirmó. Haciendo suspirar a Bianca, esperaba que ésta vez llegue tranquilo.

- Nena, ¿Estás ahí? - Indagó de manera hostil.

- ¡E-en la cocina!

- Hola preciosa.- Se acercó a ella y palmeó su glúteo arrugando la nariz para olfatear de que se trataba la comida. En respuesta la menor se tensionó. - ¿Qué estás cocinando?

-Tarta de verduras. Sé que no te gusta mucho pero-

- ¿Esa asquerosidad? Trabajo todo el día y ni sos capaz de cocinarme algo que me guste.- Chistó.

Bianca observó sus pies, aquellas zapatillas celestes que antes eran azules, parecían ser muy interesantes en este momento. Las manos de él seguían envolviéndola.

- Perdón.- Musitó apenada.

- Deja comete eso vos, yo me voy a pedir una pizza.- Por fin la soltó.- Encima me haces gastar plata. -Se alejó hacía la sala y se frotó el rostro con una mano- ¿Al menos compraste una gaseosa?

- Si, una coca cola.

- Traemela y el vino.- Chasqueó los dedos dos veces como acostumbraba al pedir algo.- Dale nena hace algo bien.- Tumbó el cuerpo sobre el cuero marrón y bufó, frustrado.- Encima que trabajo todo el día como mulo ésta ni puede cocinar bien.

Bianca lo escuchó murmurar mientras abría la puerta de la heladera pero no pudo entender. No quería entender, ya se imaginaba. Las tipicas frases que él solía decirle denigrandola, incluso frente a otras personas. Tomó la gaseosa del estante plástico y luego divisó un vaso del escurridor. Pensó por un momento dónde había guardado el vino. No se lograba concentrar. Su garganta comenzó a cerrarse y sintió una presión en la boca del estómago, la trató de sosegar colocando la palma de la mano derecha sobre la zona. De su mano izquierda resbaló la botella plástica, que por el golpe estalló bañando el suelo de una espuma color café.

Pestañeó varias veces tratando de adaptar sus ojos llenos de un líquido que no le permitían ver bien y así no podría solucionar la situación rápido. No quería que Santiago se enoje. Por favor no otra vez. Reparó por el rabillo del ojo que el susodicho se aproximó alarmado. Lo veía gritar, agitar sus manos, señalar con ellas pero no lo podía escuchar. En su lugar oía un compás marcado.

Tac, tac, tac.

Sintió una presión en su brazo y llevando su mirada a este lugar vió como la mano de Santiago lo rodeaba con fuerza, arrastrandola hasta la sala. Ella estaba desaparecida en sí misma.

Tac, tac, tac.

Un golpe en la frente la aturdió por completo. Dejándola inconsciente. Lo último qué escuchó fueron tres toques sobre la madera de la entrada.

Tac, tac, tac.

Tac, tac, tac

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The Art Of Eye Contact (Pedro Pascal) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora