Nadia

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Maratón 3/3

Con el pasar de los días Maya comenzó a entender el porque debía ayudar a esa mujer, se lo prometí a Jonas y a pesar de que también tenía dudas sobre ayudarla, confirme que mi deuda era muy grande al salvarme la vida. Esta mujer merecer vivir por sus hijas y por el gran esfuerzo que hizo su esposo para conseguir dinero y pagar el tratamiento.

—¿Ustedes quienes son? —cuestionó con dudas la esposa de Jonas tras abrirnos la puesta. Nos dejó pasar, Maya y yo nos sentamos en el largo sofá. —¿Conocían a Jonas?

—Si.

—No. —respondimos al unísono Maya y yo.

—Ella es Maya. —la señale. —Y yo soy Danielle. Él… —no estaba segura si ella sabía sobre los trabajos ilegales en los que estaba metido Jonas. —Trabajo durante poco tiempo conmigo… —la mirada de Maya me hizo corregirme. —Con nosotras y me llegó a hablar sobre ti y sus hijas.

—Pueden llamarme Nadia.

—Perfecto Nadia, durante un momento muy difícil le prometí que me haría cargo de tu tratamiento y del cuidado de sus hijas.

—Fue en el momento de su muerte. —afirmó.

—Si, durante ese duro momento. El punto es que me siento en deuda con él y…

—Señorita Danielle no es necesario que haga esto…

—No, si es necesario. —interrumpió Maya. —Usted merece más tiempo con sus hijas y ellas ya perdieron a su padre, perderla a usted tan pronto sería muy doloroso. —sin duda eligió las palabras correctas porque la mujer parecía entrar en razón.

—Ustedes son grandes personas. —intento contener sus lágrimas pero tras esas palabras le fue imposible. —Ellas no tienen a nadie más que a mi. —dijo después de varios minutos de llanto. —No quiero… dejarlas solas.

—Es por eso que queremos ayudarla. —me acerque a ella cambiando de sillón y tome sus manos entre las mías. Y ese gesto bastó para sentir la mirada inquisistoria de Maya sobre mi.

—Déjenos ayudarla. —dijo sin despegar la mirada de mis manos unidas a la de Nadia.

—¡Maya Cooper! —un grito desde la cocina llamo nuestra atención.

Maya se volteo y una pequeña de unos ocho años corrió a su dirección.

—Alexia, regresa con tu hermana. —intervino Nadia antes de que llegara a Maya. —Te dije que tenia que hablar con ellas, anda no incomodes a las visitas.

—No te preocupes Nadia. —habló Maya y le hizo señas a la pequeña para que llegará sus brazos. —Hola hermosa ¿Como te llamas? —sabía que aunque ya había escuchado su nombre era mejor presentación que la misma pequeña se lo dijera.

—Soy Alexia mucho gusto. —extendió su manita en dirección a Maya, quien muy gustosa la recibió. No espere esta interacción de Maya con niños, conocía su descontento por ellos pero nunca creí que congeniará tan bien Alexia.

—Mucho gusto Alexia, soy…

—¡Maya Cooper! —no la dejo continuar y grito emocionada.

Nadia y yo veíamos la interacción entre amabas, y no podía negar que tanto Maya como la pequeña se enfrascaron en una conversación completa y absolutamente de fútbol, sobre si seguiría jugando, si se ponía nerviosa antes o durante el partido. Esa niña parecía ser fiel seguidora del equipo y sobre todo de ella.

Varios minutos después otra pequeña salió de la cocina, esta niña parecía tener unos cinco años. Sin saber muy bien porque también se acercó corriendo a Maya.

Maya se levantó del sofá y colocó su rodilla buena en el piso y abrazo a ambas niñas, con sus movimientos sabía lo que iba a hacer.

—¡Maya no! —levante la voz para evitar que las cargará. —No lo hagas, sabes que aún no puedes. —hable tranquila para hacerla entender.

—Tienes razón. —dirigió su mirada a mi y se separó de las niñas, se levantó y tomo a ambas con cada mano. —Vengan vamos al sofá.

Se sentaron tranquilamente, Alexia justo a su lado y la pequeña que desconocía su nombre la sentó en su pierna buena.

Las niñas estaban entretenidas y Maya también, algo que Nadie notó y me tomo de la mano para llevarme a la cocina. Pero esta acción no pasó desapercibida por Maya e inmediatamente su mirada llena de celos salió a frote, ella casi no se muestra celosa ni posesiva conmigo pero en este momento estuvo a nada de dejar a las niñas tiradas y sacarme de esta casa.

—¿Sucede algo? —pregunte en cuanto entramos a la cocina.

—Si. —susurro débilmente. —Hace un par de días… mientras estaba en el hospital, mi doctor dijo que ya era muy tarde para comenzar con el tratamiento… que el tumor se extendió de manera demasiado rápido. —las lágrimas comenzaron a correr otra vez por su rostro. No pude evitar apretar su mano para darle animo. —La cirugía ya no es una posibilidad y aunque… quería pasar mis últimos días a lado de mis hijas, ya es tarde. Muy tarde. —Nadia no lo pudo evitar y se arrojó a mis brazos, tampoco la pude alejar. Estaba pasando por un mal momento, un momento donde ya ha aceptado que morirá en poco días y lo que es peor aún no tener con quien dejar al cuidado de sus hijas. —Usted y su esposa son buenas personas —que creyera que Maya es mi esposa lleno mi pecho de orgullo. —Están en todo su derecho de poder negarse porque nos acabamos de conocer pero ¿ustedes se harían cargo de ellas?

La propuesta me dejo paralizada, nunca creí que le quedará tan poco tiempo. Tenía la esperanza de que logrará vencer la enfermedad y ver crecer a sus hijas, no me esperaba esta noticia.

—Nadia yo… —esta es una decisión muy importante y no podía tomarla a la ligera, a parte no es solamente decisión mía, también de Maya porque estamos en una relación y no sé si ella aceptará esta responsabilidad. —No puedo aceptar algo así tan a la ligera. Necesito hablarlo con Maya y…

—Entiendo perfectamente, solo consideren quedarse con ellas. Si se quedan solas podrían entrar al sistema de adopción y también podrían separarlas. —las lágrimas seguían saliendo y la entendí no quería dejar desprotegidas a sus niñas, esas palabras también me recordaron las últimas palabras de Jonas.

—Lo voy a hablar con Maya y te daré una respuesta ¿bien? —asintió y me abrazo nuevamente, justo en ese preciso momento Maya apareció en la puerta y pude ver otra vez esa mirada llena de celos. —Nadia nos tenemos que ir. —me aleje de ella y me acerque a Maya para tomar su mano y entrelazar nuestros dedos. —Vamos amor, que vamos a llegar tarde a tu terapia.

Nos despedimos de las niñas y no se querían separar de Maya, tardó varios minutos en convencerlas en que las volvería a visitar y que tal vez podrían jugar fútbol.

Durante el camino a la clínica ni Maya ni yo dijimos ni una sola palabra, por mi parte porque la idea de adoptar a esas pequeñas rondaba mis pensamientos y sabía que para que fueran legalmente nuestras hijas primero tendríamos que casarnos, otro paso muy importante en nuestras vidas y nuestra relación. Me da miedo porque siempre he querido hijos y Maya siempre está tan concentrada en su carrera que nunca ha pensado en descendientes, no quiero ser la causante de que desista del fútbol.

Pero sin duda mi miedo más grande es volverla a perder a ella.

R.

Mi Futbolista Favorita.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora