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LUCY.

Estaba exhausta, estuve más de dos horas esperando aquí. Mi trasero dolía y las piernas se me durmieron hace diez minutos, pero no quería levantarme del asiento para no llamar la atención y parecer un maldito zombie.

Masajeé mis piernas con las manos, intentando recuperar la sensibilidad y olvidarme unos minutos de la mierda por la que estaba pasando.

—¡Mamá, mamá!

Una niña pasó corriendo frente a mí y abrazó a la mujer que estuvo esperando en el asiento de la otra fila, ella la recibió con los brazos abiertos y comenzó a llorar de felicidad mientras dejaba besos por todo su rostro.

—Aria, mi amor, cariño...

Ugh.

Vi pasar frente a mí al doctor y acercarse a la madre e hija.

—No debe preocuparse, señora Miller. Su pequeña hija es muy fuerte, solo fue un ataque de asma. Los síntomas bajarán si sigue la medicación...

—¡Gracias, Dios! ¡Gracias! Estuve tan asustada.

Esto...

Aparté la mirada y decidí que tenía hambre así que me levanté del asiento, fui a la máquina expendedora que estaba a la vuelta del pasillo y saqué tres billetes de mi bolsillo, estaban tan arrugados porque antes de salir del departamento solo agarré un poco de dinero del tarro de ahorros y los metí dentro del bolsillo.

Y la maldita máquina no acepta los billetes.

Intenté alisarlo más de unas cinco veces el billete contra mi pantalón pero la cosa seguía sin aceptarla.

¡Mierda!

Golpeé con la palma de mi mano el vidrio y volví a colocar el billete en la entrada, esta vez los aceptó.

—Bien, gracias —murmuré a la nada, recuperando un poco de paciencia.

La lata de refresco se deslizó y cayó a la caja, por otro lado la bolsa con galletas se atascó justo cuando iba a caer.

—¡Mierda! —solté más fuerte de lo que creí—. ¡Maldita mierda! —tengo hambre. Le di más palmadas al vidrio, tratando de que mi comida cayera y yo pudiera comer algo, al fin—. ¡Esta porquería...! —le di una patada y la bolsa cedió hasta caer sobre la lata.

Sonreí satisfecha y me agaché a agarrarlos, solo que una sombra a mi lado me hizo girar para ver que una ancianita que daba un paseo por el hospital me miraba con ojos saltones.

Que lindo, ahora soy una loca.

Muy bien, Lucy.

—Hola —sonreí forzadamente.

Ella solo me observó asustada y se dio la vuelta para irse enseguida, yo solo me limité a suspirar antes de volver a mi asiento.

Observé la lata y la bolsa en mis manos, replanteándome mi ataque de ira de hace unos minutos.

Ya no tengo hambre.

Lo dejé a un lado y metí mi cabeza entre mis manos, cerrando los ojos para tratar de olvidarme del rostro de esa ancianita.

Eres una completa maníaca.

Mis uñas se clavaron en mi cuero cabelludo mientras apretaba mechones de mi cabello con tanta fuerza que sentí que algunos se despedían de mi cabeza.

"Maldita, loca."

—Lu.

"Púdrete."

—¿Lu?

SIBILINO | JASON TODD [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora