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NOTA DEL AUTOR: Capítulo [+18], lean con discreción o salteen el capítulo.

LUCY

Pega su cuerpo al mío y ahogo un gemido en su boca, recibiendo un gruñido de él. Elevo la mano hasta su cabello, comenzando a jugar con él delicadamente, mientras mi concentración está en su boca; suave como un malvavisco y fría como el hielo.

No voy a mentir, pensé muchas veces en besarlo desde que se quitó aquella mascara. Mi rencor hacia él aún sigue ahí, pero el deseo en este momento me supera completamente. Sus manos en mi cintura, su cuerpo contra el mío y su boca queriendo más de mí.

Separó sus labios de los míos, bajando por mi barbilla dejando pequeños besos hasta el cuello, donde chupó y me arqueé contra su cuerpo soltando un gemido, tomando su cabello con fuerza al sentir una fuerte presión en mi entrepierna.

Más. Mierda, quiero más.

Mientras sigue bajando por mi escote y dejando chupetones, mi otra mano se desliza por su hombro bajando por su pectoral, acariciando sus abdominales y deslizándose por debajo de su camisa. Solo me tomó un segundo tocar la piel arrugada y áspera, lo sentí temblar por un momento. Lo que creí haberme imaginado. Pasé la palma de la mano por la piel, dándome cuenta que iba en forma horizontal por su cintura hacia su espalda. Solté un suave gemido en cuanto una de sus manos levantó mi vestido y el frío tacto se deslizó por mi pierna lentamente.

Comenzó a bajar poco a poco, tomándome fuertemente de la cintura y alzando mi vestido sobre mi ombligo, la cicatriz sobre mi cintura quedó al descubierto. Piel arrugada que comenzaba por debajo de las costillas y terminaba en un pico sobre el comienzo de las bragas. Una cicatriz, que aunque tuviera varias más, fue la que marcó mi vida para siempre. Mi trabajo como bailarina en el club me había exigido muchas veces taparla con una tela o maquillaje, porque por más asquerosos que fueran los tipos que iban al club, ninguno de ellos quería ver a una mujer que ya había sido marcada por un psicópata.

Apoyó sus rodillas sobre el suelo, juntó el vestido por detrás de mi espalda y lo tomó con una mano, aferrándose a él como si fuera una correa. Dejé la otra mano sobre uno de sus brazos (algo desconfiada de tenerlo en una posición donde, parecía que yo tuviera el control, pero verdaderamente el tenía un punto exacto para desestabilizarme y matarme). Me repetí una y otra vez que este hombre podía lucir como un tipo bueno, un empresario hermoso con el que querría casarme, tener adorables hijos y vivir felices para siempre. Pero, carajo, esta es la vida real y este hombre ha asesinado a tantas personas, que me siento asqueada de sentirme excitada por alguien que podría ser como el psicópata de mi padre.

Me puse alerta en cuanto clavó su mirada en la mía, sus ojos azules estaban completamente oscuros, como un océano en medio de la noche. El agarre de sus dedos en mi cintura se intensificó y, disimuladamente, la mano que estaba en su brazos fue a la mesa, la moví despacio hasta tomar lo primero que encontré: un bolígrafo.

Aunque me preparé para un contraataque, me quedé helada al sentir sus labios apoyándose suavemente contra mi cicatriz. Acarició mi piel con la punta de su nariz, deslizándose despacio hasta que su boca se detuvo sobre la pequeña tela.

Mi respiración se agitó, apreté el bolígrafo con bastante fuerza y los dedos sobre su cabello jalaron levemente.

—Jason. —Y mierda, me odio por haberle suplicado.

Mierda, mierda, mierda.

Su mirada regresa a la mía como un látigo y entrecierra los ojos, dejando que un brillo se encendiera en medio del oscuro océano. Pasan unos segundos en los que parece admirar algo o tal vez estaba feliz de la forma en la que le ruego cuando sabe perfectamente lo mucho que lo odio.

SIBILINO | JASON TODD [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora