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JASON.

Un total de noventa kilos, eso es lo que pediste.

Haces un buen trabajo, Arthur.

Oh, vamos... —pude oír como el maldito sonrió—. ¿Dónde están los cargamentos que te pedí?

La mira del arma se enfocó en el hombre que acababa de hablar, este tenía las manos en los bolsillos de su pantalón y pude ver un bulto del lado izquierdo. Tiene un arma.

El camión, está todo en el camión.

¿Incluso la bazuca?

Acomodé la mira en la cabeza del estúpido que me estuvo causando tantos problemas.

Claro que sí. Pero, tengo curiosidad, amigo mío. ¿Para qué quieres una bazuca?

Él sonrió y esta vez pude verlo gracias al arma.

Tengo planes, compañero. Muchos planes —le hizo una seña a sus hombres y estos bajaron bolsos de las camionetas que estaban a su espalda—. Entre ellos incluye hacer volar el banco central.

—Estás jodidamente loco, hermano.

Mm, tal vez, pero solo soy un padre pensando en el futuro de su hijo —mi dedo sobre el gatillo se quedó paralizado.

¿Tiene un hijo? En su expediente no habían familiares.

Felicidades.

—Gracias, apenas van unas semanas...

Mi concentración se esfuma en el momento que escuchó un pequeño ruido a mis espaldas. Por instinto me arrojo a un lado y logro esquivar un cuchillo que iba a ser clavado en mi espalda.

Un tipo con un bigote enorme y con ojos saltones clavó un cuchillo en el suelo. Pensé en tomar un arma de mi cinturón y dispararle en la cabeza pero recordé que eso solo llamaría la atención de todos los demás, así que solo desenvainé un cuchillo y le di una patada en el pecho, lanzándolo lejos de mí.

Me puse de pie y ambos nos miramos esperando a que uno de el siguiente ataque.

Una insignia en su ropa negra me dejó en claro para quien trabajaba.

No debe salir con vida.

Él corrió hacia mí y, pesaba más de lo que parecía, logré retenerlo antes de que me lanzara fuera del edificio y me llevara a la muerte segura.

—La mariquita de Batman vino a jugar —sostuve con ambas manos el cuchillo que trató de clavar en el ojo de mi casco.

—No, yo no juego. —le clavé mi cuchillo en el estómago y logré que se alejara de mí, le rompí la muñeca para arrancarle su cuchillo y luego lo presioné contra su garganta obligándolo a mantenerse quieto, mientras que mi otra mano se mantenía en el cuchillo clavado en su estómago.

Soltó un quejido, apretando sus dientes tan fuerte que su respiración parecía la de un toro furioso.

Que gracioso.

—Mi señor te asesinará si me matas.

Incliné levemente mi cabeza observando el terror en sus ojos.

Tu señor no movería un dedo por ti.

—Soy su familia, maldita mariquita.

En serio, ¿no sabe cuándo callarse?

Apreté el cuchillo contra sus órganos y soltó otro gruñido, aguantando el grito de dolor que solo haría que el otro cuchillo se clavara en su garganta.

—Entonces puede buscarme, estaría encantado de enviarlo contigo —apreté el cuchillo contra su garganta.

—No, no, no... ¡Aguarda!

Arqueé una ceja debajo del casco, observando como comenzaba a desistir.

Este era el mejor momento de todo el trabajo, verlos suplicar por piedad cuando ellos no lo tuvieron por sus víctimas.

—No tengo tiempo para escucharte —presioné aún más el cuchillo hasta que una línea de sangre bajó por su cuello.

—¡El Pingüino! ¡El Pingüino! —chilló, tratando de alejar su cuello del cuchillo, y mi mano se quedó quieta mientras los ojos blancos de mi casco lo observaban en silencio—. El Pingüino...

—¿Qué tiene que ver el Pingüino con todo esto? —le quité el cuchillo del cuello y lo tomé del cabello, inclinando su cabeza hacia atrás.

—Escuché... escuché que Batman lo busca, ¿es eso cierto?

No lo sé, no me junto con Batman.

—¿Por qué buscaría Batman al Pingüino?

—¿Por qué no? —soltó una risa que se convirtió en un quejido cuando apreté mi mano en los mechones de su cabello.

—Responde.

Me dio una mirada cargada de odio pero igual respondió.

—El saqueó en los bancos, los robos en los hospitales —explicó, con los ojos comenzando a enrojecerse—, las desapariciones de los empleados de Wayne Enterprises, ¿quién crees que está detrás de todo eso?

Detengo cada movimiento de mi cuerpo, observando el rostro del tipo sin estar mirándolo realmente.

No sabía nada de eso, no estaba enterado de nada de eso.

Una ira sin sentido comenzó a crecer en mi interior, no con Bruce, conmigo mismo. Estuve tan al tanto de lo que me había pedido Thalia que había descuidado por completo a Gótica.

Me sentía agradecido con ella, sabía que le debía mucho pero por culpa de mi deuda—, una que jamás lograría pagar,— había descuidado la ciudad y eso me volvía igual que él.

Mi mano se enrolló en el cuello del tipo y ejercí la fuerza suficiente para atraerlo hasta mí, clavando más profundo el cuchillo.

—¿Dónde está el Pingüino? —mi voz sonó mucho más gruesa, cargada de rabia y odio.

Tenía que solucionar esto.

SIBILINO | JASON TODD [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora