3

978 122 3
                                        

LUCY.

Terminé de pasar el labial sobre mis labios y me observé en el espejo, ajustando la máscara roja de terciopelo que adornaba mi rostro dejándolo más pálido de lo que ya era. El par de ojos azules me devolvió una mirada cansada, por suerte las ojeras fueron tapadas con base y no parecía tan exhausta como realmente estaba. Me repetí una y otra vez que este sería mi última noche de trabajo.

Era la gran noche, la noche en la que debía encontrar la manera de ser la bailarina del Pingüino e interrogarlo de la manera más sutil. Agradezco ser una experta en la manipulación.

—Quinn —Sara se alejó de su tocador y caminó hasta quedar junto al mío—. Oí que te falta dinero...

—¿Por qué te metes en mi vida privada?

Ella alzó sus manos mostrando inocencia.

—Lo siento, lo siento —se apoyó contra mi tocador, dándoles una mirada de reojo a nuestras otras compañeras que se preparaban y reían mientras charlaban—. Se que no me incumbe, y que no te gusta que indaguen en tu vida.

—Entonces no lo hagas —solté entre dientes, amagando con levantarme de mi asiento pero ella deja un sobre en la mesa y me quedo quieta—. ¿Qué...?

—Sé que no quieres que te regalen nada, así que tengo un pedido que hacerte a cambio de dos mil dólares —su mirada buscó la mía, sus pestañas postizas de color azul se batieron en mi dirección—. Hazme este favor.

Arqueé una ceja, curiosa por su forma de actuar.

—¿Qué quieres?

—Quiero —le da un vistazo a la puerta del vestuario y luego se inclinó un poco hacia mí— que asesines a Marcos.

—¿Estás jodidamente loca o qué? —susurro, mirando de reojo a nuestras compañeras—. ¿Intentas hacer que me marquen una cruz roja en la cara?

—Sé como suena esto, lo sé. Pero, ese tipo ha estado abusando de Miranda y nadie hace nada —mi mirada pasa a la más joven de entre nosotras, aquella que permanecía en silencio mientras las demás reían—. Tiene miedo, Quinn. Ninguna aquí sabe defenderse como tú —se agachó a mi lado y apoyó sus manos sobre mis muslos—. Te lo ruego, ese hombre es el amigo del jefe y no la dejará en paz hasta romperla por completo. Dijiste que tu padre es policía y te entrenó, ¿cierto?

—Es mi tí... —me detengo, después de todo, mi tío era mi figura paterna y no había razón para corregir lo contrario—. Sí.

—Hay un arma debajo del sofá rojo —el sofá que estaba en la zona VIP donde siempre se metía el Pingüino y sus amiguitos—. Tómala y asesina a ese maldito.

—Me meteré en muchos problemas.

—No, te ayudaremos a hacerlo parecer un accidente —le dio una mirada al grupo de bailarinas a nuestra espalda, una de ella volteó y asintió con su cabeza en nuestra dirección—. Llévalo al cuarto rojo, dile que le darás "un extra", ahí estaremos Miranda, Ondina y yo, lo haremos todas juntas.

—Pero quieres que yo dispare.

—No, sin disparos —negó ella—. Todos lo escucharían. El arma será para asustarlo.

—¿Con qué quieres que lo mate? —la miré a los ojos, sintiendo como sus dedos acariciaban la tela de mi falda roja brillante.

—Un cuchillo —susurro lo más bajo posible—. Lo torturaremos y lo dejaremos desangrarse.

Sonreí levemente, sintiendo que nos estábamos entendiendo a la perfección.

Aunque estaba más cómoda con las armas de fuego, podía manejar los cuchillos y las dagas.

Esta noche sería más interesante de lo que esperaba.



(...)



Me preparaba para subir al escenario mientras acomodaba mi falda y ajustaba la máscara en mi rostro, observaba como Ondina bailaba frente a un gran grupo de personas que le arrojaban dinero y la piropeaban.

Estaba nerviosa, debía admitirlo. Hace mucho no asesinaba a alguien, y al último que asesiné fue por obligación, pero ahora tenía el peso de mis compañeras sobre el hombro y, si todo salía mal, sería la nueva enemiga del Pingüino y su gente.

Tomé aire tratando de calmarme, solo que al sentir una mano en mi hombro sentí que mis sentidos estallaron y me alejé instantáneamente.

—Lo siento —se disculpó la mujer encargada de nosotras—. El señor desea tu compañía.

Lo logré.

—Está bien.

Me guió hacia las enormes escaleras tapizadas con alfombra roja y fuimos escaleras arriba, pasando entre dos hombre enormes con armas enfundadas en sus cinturones.

Traté de no pensar demasiado en lo que podría pasar, solo me centré en mis pasos, en como los tacones de mis botas se clavaban en la alfombra y mi mano tomando con fuerza el barandal de hierro frío.

La música erótica se fue escuchando más baja a cada paso más cerca que estaba de la zona VIP del segundo piso, aunque las luces rojas inundaban cada lugar del bar y las luces blancas parpadeando le daban un toque más rítmico con la música.

—Aquí está, señor.

Frente a mi y del balcón había un enorme sofá rojo que era ocupado por varios hombres acompañados por algunas bailarinas, una de ella estaba sentada sobre las piernas del hombre con nariz respingada, traje negro y blanco, con un monóculo en su ojo izquierdo.

Él estaba aquí.

—Muchas gracias —le dio una mirada a la mujer y luego pasó a mí, con una mano sosteniendo un bastón y con la otra en la cintura de su favorita—. Quinn, acércate.

La mujer regresó por donde me trajo, no sin antes darme una mirada de advertencia, y di unos pasos al frente obteniendo la atención de todos en ese sofá.

—¿Me llamó, señor?

—Me dijeron que hiciste una buena ganancia esta semana, estoy orgulloso de ti, Quinn.

Lástima que te quedas con la mayoría de ella.

—Es mi trabajo.

Él sonrió satisfecho.

—Sé que estás aquí para ocultarte de tu padre —intenté no verme afectada por esas palabras, mantuve mi postura—. No debes preocuparte, querida. Haré todo lo posible para seguir manteniéndote oculta.

—¿Entonces es cierto que eres hija del hijo de puta? —habló el tipo que estaba a su izquierda con un vaso de whisky en mano.

La sonrisa del Pingüino creció al verme no formar ningún gesto en particular.

—Respeto, Ander. La niña no tiene nada que ver con su padre.

Empezando porque yo podía controlar mi locura.

—Prefiero no llamarlo padre —hablo, sin mirar al otro tipo.

—Claro.

Esto iba a ser más largo de lo que creí.

SIBILINO | JASON TODD [1]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora