𝐀𝐧𝐭𝐨𝐣𝐨𝐬

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Kelly Lisbone

Me siento extrañamente en una encrucijada, impotente y ante todas las cosas, cobarde. Hay algo que no me deja en paz y me repite constantemente que he cometido un grave error al no atacar a Suguru.

No era él, no era Suguru.

"—Si Gojo Satoru no pudo, ¿qué te hace pensar que tú si?"

Es tan patético que aquello sea cierto.

Razones por las que abandone la hechicería: el sentimentalismo.

Creo que, desafortunadamente, involucró demasiado mis sentimientos en esta rama. Al menos durante mi estancia, los involucre más de lo debido; no se que hacer y el plazo se acaba mañana, de hecho, hoy es el último día de intercambio escolar entre Kyoto y Tokio.

Y yo que creí que ya había superado todo esto.

¿Pedirle al rey de las maldiciones unirse a una causa que desataría el fin de la Paz o negarme y considerar la posible "derrota" del más fuerte? Lo último es tan raro que de solo pensarlo me descoloca.

Yo mejor que nadie se que aquello no es tan descabellado, un escalofrío recorre toda mi columna solo de recordar el momento que marco el final de una trágica historia y el inicio de otra más dulce y trágica.

Kelly, Kelly, Kelly... ¿por qué siempre te metes en esto?

¿Por qué no siento que esto sea algo nuevo?

Me remuevo incómoda en mi lugar buscando más comodidad, un escalofrío mas recorre todo mi cuerpo mientras es sacudido. Entreabro un ojo y es la oscuridad quien me recibe, una vez más siento que alguien sacude mi cuerpo.

Dios no, dime que no es cierto.

—Kelly, despierta— susurran cerca de mi oído sin dejar de sacudir mi hombro— despierta amor.

Enciende una luz como último recurso y logro ver a mi marido sentado en la cama esperando a que despierte. Froto mis ojos y me veo en la obligación de incorporarme no sin antes cubrir mi cuerpo con las sábanas.

Una noche intensa es igual a no saber dónde carajos termina tu ropa, tiene el cabello desordenado y todo el torso desnudo permitiendo a la oscuridad apreciar su abdomen bien tonificado y los músculos de sus brazos.

—¿Qué quieres Satoru?— pregunto tratando de acostumbrarme a la luz— ¿qué pasa?

Extrañamente rasca su nuca y aparta un poco la mirada como si estuviera pensando en que decirme, lo observo detenidamente esperando una respuesta, además de que si no lo hago caeré rendida a la cama.

—Ocurre algo... importante— menciona él y entonces decide mirarme por primera vez.

—Ajá— lo invito a continuar— ¿que tan importante es como para que me hayas despertado a estas horas?

—Ni siquiera es tan tarde— forma un mohín— acompañame a buscar fideos chinos y helado de menta con brownies y trozos de galletas.

Pestañeó un par de veces esperando a que se ría y me diga que es un chiste, sin embargo, nada de eso ocurre y hundo las cejas confundidas.

—Odias los fideos chinos

—Quiero fideos chinos.

—Debe haber en la cocina, yo que se, tienes tú tarjeta y las llaves del auto.

—En la cocina ya no hay— se apresura a decir impidiendo de algún modo que vuelva a acostarme.

—No tiene mucho que compre.

𝐀 𝐭𝐮 𝐥𝐚𝐝𝐨 ‖ 𝑮𝒐𝒋𝒐 𝑺𝒂𝒕𝒐𝒓𝒖Donde viven las historias. Descúbrelo ahora