Capítulo 25

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CATALINA

- ¿me avisas? – su sonrisa flaquea un poco – quien demonios te crees que eres

- Lina...

- No, para ti soy catalina o señora vera – desvía la mirada al escuchar el apellido de mi esposo – tu y yo no somos nada más que socios comerciales.

- Y donde dejas todo lo que vivimos

- En donde lo dejaste tú, en segundo plano.

- Yo nunca hice eso – ganas de llorar me invaden, por lo que me levanto de la mesa tomando mis cosas – por favor – dice poniéndose de pie junto conmigo – por favor... te necesito – la desesperación en su voz me hace detener el paso y considerar el escucharlo, el abrazarlo porque sé que lo necesita.

- Lo siento – digo sin mirarlo – pero no puedo.

Me voy de ahí sin mirar atrás, porque sé que, si lo hago no podre irme y me duele, me siento como una traidora al sentir con tanta fuerza la necesidad de quedarme con él, pero yo tengo una familia y no voy a cambiarla por nada ni por nadie ni siquiera por él.

Llego a mi casa segundos antes que Gabriel, que se sorprende al verme ahí.

- ¿amor? ¿Qué haces aquí? Creí que hoy se reunia el aquelarre – lo miro con los ojos entrecerrados desde la cocina.

- Así fue, pero no estoy de ánimos, hoy... fue día difícil – me mira extraño – quiero hablar contigo.

- Uy, eso siempre significan malas noticias – ni se lo imagina – pero amor, si no es muy importante preferiría que habláramos después yo tampoco tuve un buen día.

- Quieres contarme que paso – niega sobando su cuello

- Mas tarde – suspira mirando la casa – que pena que no esté Elías, el me siempre me sube el ánimo – siempre que pierde un paciente llega a abrazar a nuestro hijo.

- No hace mucho – me acerco fingiendo tristeza – yo también podía subirte el ánimo – tomando sus manos lo hago abrazarme por la cintura – decías que con solo mirarme tu día mejoraba ¿Qué cambio? – me mira preocupado y yo contengo mi sonrisa.

- aun lo haces, me refería a... - me suelto de sus brazos comenzando a caminar hacia la habitación.

- Déjalo, entiendo que ya no te soy suficiente.

Llego a la recamara con una sonrisa que desaparece apenas cierro la puerta, porque no solo estoy jugando para subirle el animo a Gabriel. Una lagrima rueda por mi mejilla al mismo tiempo en que Gab entra por la puerta.

- Mi amor no fue mi intención hacerte sentir mal – dice preocupado tomando mis manos y yo no puedo hacer más que sentirme mal.

- No lo hiciste – digo limpiando la lagrima rebelde – solo jugaba amor – me ve no muy convencido a pesar de mi sonrisa.

- ¿Qué te pasa? – niego caminando hacia el baño con el de la mano.

- Hablemos después, ahora que te parece que nos metemos a la enorme tina que hace mucho no usamos por cierto y dejamos que el agua caliente y las burbujas nos hagan olvidar nuestro día.

- Me parece una excelente idea – dice volviendo me a abrazar – mi esposa es un genio – sonrió mientras deja un pequeño beso en mis labios.

Juntos preparamos la tina a la que entramos apenas estuvo lista y si, hicimos el amor. Como siempre yo marque la forma en que quería que me tomara, lo hicimos tierno, suave, pues quería sentir cada una de sus caricias, quería grabarme como se sentían sus labios en cada centímetro de mi piel al igual que quería memorizar cada gesto, cada sonrisa, la mirada tan cálida que pone cuando me mira y acaricia mi rostro. Al terminar salimos, nos vestimos, nos abrazamos o mejor dicho el me abrazo y nos quedamos dormidos con el en mi regazo mientras yo peinaba esos rizos que tanto amo.

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