Capítulo 11|El amor no es la meta.

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Besooos. Espero que les guste.

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Capítulo 11|El amor no es la meta.

OLIVER

«Prometiste ayudarla». Es lo que pienso cuando he detenido el paso en el porche, contemplo la puerta donde cuelga un faro de adorno mientras me armo de valor para tocar.

Nemo se remueve entre mis brazos en la espera de que realice algún movimiento.

Yo solito me he puesto la soga al cuello por querer ayudar a una ya no tan desconocida chica a conseguir que un velero destrozado vuelva a quedar como nuevo.

Las probabilidades son bajas, pero Teresa aún tiene las esperanzas de recuperarlo.

Suspiro hondo cuando se oyen pasos del otro lado. Me preparo mentalmente y cuando la puerta se abre, me encuentro cara a cara con su padre. Va vestido con su uniforme de policía.

Al parecer también le ha tomado por sorpresa mi presencia. Me analiza al instante mientras cierra a medias la puerta a sus espaldas, sus ojos se clavan en Nemo y frunce el ceño, confundido.

—Seré directo —menciona al tomar una postura firme —. Mi hija sólo está perdiendo el tiempo en reparar ese montón de chatarra cuando debería estar empeñada en sus estudios. ¿Podrías ayudarme en convencerla en entrar en razón?

—Le sugiero que...

—Teresa está encaprichada con un sueño que su madre le metió a la cabeza. No quiero perderla.

Y con esto, el señor Roth se aleja del porche para ir hacia su patrulla dejándome con la palabra en la boca.

—Esta familia debería tener más comunicación —le murmuro a Nemo y lanza un dokeo —. Lo necesita.

Echa andar el vehículo para salir del vecindario. Una columna de humo se hace notar por el tubo de escape, tengo que resaltar que esos gases de dióxido de carbono dañan el ambiente, pero si me atrevo a hacerle el comentario, es probable que termine en la comisaria.

—¿Oli? —giro sobre mis talones de regreso a la puerta encontrándome con Teresa —. ¿Cuánto tiempo llevas aquí afuera?

—Tuve una charla amena con tu padre, acaba de irse —encojo los hombros y ella me lanza una mirada dubitativa.

—Jum, es para preocuparse. De seguro intenta ponerte en mi contra —sonríe cuando ve a Nemo —. Hola, Nemo.

Finjo que no he escuchado lo que acaba de decir. No quiero iniciar una guerra paternal.

—¿Puedo pasar o me quedaré aquí en el porche?

Ella se hace un lado para dejarme el camino libre hacia la sala, el interior de la casa está silencioso y no hay señales de su abuela.

—Ha salido hacer crossfit con sus amigas —me informa como si me hubiera leído la mente —. Así que lo más probable es que mi abuela llegue antes de la cena.

—¿No te preocupa que ella esté afuera todo el tiempo?

Echo un vistazo a las fotografías que cuelgan de la pared con disimulo. Es una versión más pequeña de Teresa vestida de marinera.

—Sí, siempre —la escucho suspirar con resignación —, pero no puedo detenerla, tiene amigas y aunque a veces suelen ser una mala influencia o más ella —se echa a reír a mis espaldas —. Prefiero que se entretenga a que esté en la casa encerrada.

Un lugar en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora