C a p í t u l o 8

158 15 7
                                    

S I L V I A

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

S I L V I A

Una hora más tarde, me doy cuenta de que Jorge no ha salido y frunzo el ceño, confundida, cuando parece que está tomando el sol. Me vuelvo a atar el top y agarro mi vaso vacío para rellenar el daiquiri antes de subir las escaleras. La cocina está vacía y no oigo ningún ruido en este piso, lo que me hace preguntarme si tal vez ha decidido tomarse una siesta después del largo viaje en auto y esos Red Bulls hayan hecho efecto. Me abro paso por la silenciosa casa y subo la escalera hacia lo que solía ser la habitación de mi madre y Jorge.

—¿Jorge? —Llamo en siencio y no oigo nada.

Vuelvo a tocar un poco más fuerte antes de empujar la puerta. Dejo escapar un suspiro de alivio pero también de preocupación cuando no lo veo. Me doy cuenta entonces de que el agua está corriendo en su cuarto de baño y que debe estar en la ducha. Me doy la vuelta para salir de su habitación cuando un ruido llama mi atención. Es un gemido fuerte, bajo y gutural que me pone los pelos de punta. La piel de gallina es casi dolorosa al aparecer por todo mi brazo y piernas, no puedo evitar el cosquilleo entre mis piernas que parece que alguien ha prendido fuego. Es como si no tuviera ningún control sobre mi cuerpo, que me impulsa hacia delante y se acerca al ruido que parece ser cada vez más fuerte.

Ahora estoy pegada a la puerta, conteniendo la respiración, con el cuerpo temblando por... ¿miedo? ¿excitación? Probablemente una mezcla de ambos. Algunos de sus gemidos son guturales como un rugido y otros son gemidos bajos. Luego está su voz. Sus palabras son como una súplica apasionada que puedo sentir en lo más profundo de mi alma. Como si rogara por su clímax.

Sí. Sí. Sí.

Justo ahí

Joder.

No puedo... no puedo...

¿No puedes qué? Me pregunto. Permanezco no sé cuánto tiempo escuchando a mi padrastro en este íntimo momento carnal.

Me froto las piernas tratando de crear algo de fricción sin literalmente meter la mano en la braga del bikini. Por mucho que quiera, no puedo. No debería. Mi sexo se aprieta en respuesta, muriéndose por un poco de alivio, pero hago lo posible por ignorarlo y concentrarme en lo que está sucediendo al otro lado de la puerta.

Dios mío, esto está caliente. Más caliente que la vez que descubrí qué tipo de pornografía veía. Una vez le pedí prestado su ordenador cuando el mío estaba siendo arreglado y necesitaba imprimir algo. No pude apartar la vista del primer sitio que apareció cuando empecé a escribir en Google en su barra de búsqueda. Algo sobre Good Girls. En un momento de curiosidad, hice clic y quedé fascinada por los hombres mayores y las chicas más jóvenes, legales, aunque apenas, participando en, francamente, algunas de las relaciones sexuales más calientes que jamás había visto.

Amor InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora