C a p í t u l o 15

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J O R G E

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J O R G E

Me despierto con la mayor de las sonrisas. Una sonrisa que se convierte rápidamente en un ceño fruncido cuando me doy cuenta de que es nuestro último día en Charleston y de que en pocas horas estaremos haciendo las maletas para emprender el viaje de ocho horas de vuelta a casa. Vuelvo la cabeza hacia la mujer desnuda que duerme profundamente a mi lado, con la piel plagada de chupetones por mi boca. Paso mi mano por su hombro hacia su cadera y ella suspira en sueños antes de acurrucarse más contra mi pecho. Está de espaldas a mí, algo de lo que mi polla ya se ha dado cuenta porque su culo se mueve inconscientemente contra mí.

Estoy muy jodido.

¿Cómo pude pensar que esto iba a terminar bien? ¿Un fin de semana de pasión carnal con Silv y ahora tenemos que volver a nuestra vida normal? Mi polla se ablanda en respuesta a la ira que me recorre. Cólera conmigo mismo, cólera con ella, cólera con el mundo por poner a esta mujer en mi vida como el único papel que no puedo tener. No debería querer. No estoy seguro de qué es lo que la hace tan tentadora. Mi polla quiere decir que es el aspecto prohibido de nuestra relación lo que hace que nuestros encuentros sean tan calientes. Esa mierda de la fruta prohibida. Pero no estoy seguro de que sea sólo eso. A pesar de todas nuestras discusiones a lo largo de los años, siempre he tenido un tipo de conexión diferente con Silv. Siempre la he encontrado inteligente y encantadora, ella podía cautivar mi atención más rápido que nadie con su ingenio y su fuego.

Una parte de mí se pregunta si ella me ha enseñado más de lo que yo le he enseñado a ella a lo largo de los años. Me levanto de la cama y me dirijo al baño, con ganas de darme una ducha caliente o una digna del ártico para intentar salir de la niebla inducida por el sexo en la que me encuentro. Apenas he recorrido medio metro cuando oigo su voz.

—¿Adónde vas? —Suena somnolienta y aletargada; me dan ganas de volver a meterme en la cama y besarla hasta dejarla sin sentido.

Me vuelvo hacia ella y noto sus labios hinchados que pasé horas mordiendo anoche. Tiene el cabello alborotado y al instante se lo recoge en un moño en la parte superior de su cabeza, dejando que la sábana caiga a su alrededor para exponer sus pezones de chocolate que sólo quiero chupar entre mis dientes.

Joder. Absolutamente no ayuda.

—Silv. —Me paso una mano por la cara y me pellizco el puente de la nariz—. Tenemos que salir pronto. Iba a tomar una ducha.

—Tú... —Se muerde el labio inferior y aparta la vista de mi mirada—. ¿No quieres que te acompañe?

Hacía dos días que no nos bañábamos ni nos duchábamos el uno sin el otro, así que entiendo que esté decepcionada.

Amor InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora