C a p í t u l o 12

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J O R G E

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J O R G E

Joder. Joder. Joder. Joder.

Esa es la única palabra que se me pasa por la cabeza mientras lamo el húmedo coño de Silvia. Lamo todo lo que tiene que ofrecer, usando mi lengua para hacer el amor a su bonito clítoris. Es tan sensible que cada vez que la lengua pasa por encima de él, ella gime y aprieta más su coño contra mi cara.

Joder. Ojalá pudiera ver más. Me gustaría poder ver su coño. Ver esos hermosos ojos verdes que pueden hacer que me flaqueen las rodillas mirándome fijamente entre sus suaves piernas.

Al diablo con esto.

Me retiro y ella gime en señal de protesta.

—No voy a parar. Sólo quiero verte. Dale a la luz —le ordeno y ella obedece.

Mi polla palpita ante su afán por compartir su cuerpo conmigo, sobre todo cuando se quita el top y deja al descubierto de nuevo ese puto anillo en el pezón.

Casi la empalé con mi polla en cuanto lo vi. Un anillo en el pezón y dos tatuajes. Es como si Dios hubiera hecho a esta chica con el cartel que decía Inserte la polla de Jorge Salinas aquí.

La vergüenza me invade cuando el pensamiento flota en mi mente, pero el sentimiento se olvida al instante cuando ella vuelve a cernirse sobre mí.

—Espera. ¿Quieres sentarte en mi cara? ¿O tumbarte de espaldas?

—Yo... ¿tengo que elegir? —Su cara es inocente, pero escucho la implicación fuerte y clara. Las dos cosas.

—No. No lo haces. —Le sonrío y ella me devuelve la sonrisa. Una sonrisa perfecta con dientes que sólo he visto un puñado de veces y nunca dirigida a mí—. Eres preciosa. Siempre lo he pensado.

Su rostro decae ligeramente, y me pregunto qué ha provocado este brusco cambio en su estado de ánimo. —¿Porque me parezco a mi madre?
Ah. Sí, claro.

—No, porque te pareces a ti.

Separo sus labios, revelando una carne rosada y resbaladiza que hace que mi polla palpite y la excitación se acumule en la punta. Me encuentro con su mirada encapuchada mientras doy un lento lametón a través de sus pliegues. Se convulsiona y siento que sus piernas se agitan a mi alrededor.

—Papá, me voy a correr —susurra, y joder, si eso no hace que el presemen se deslice por mi polla.

Necesito quitarme estos boxers.

¡No! Mi mente grita. En el momento en que te los quites, te la vas a follar. ¿Y qué? Mi polla grita en respuesta.

Me alejo de su clítoris para clavar la lanza en su abertura, separando sus pliegues internos para poder llegar lo más profundo posible. No voy tan lejos como para romper su himen, sólo lo suficiente como para sentirla. La separo de mi lengua. —Móntame, nena.

Amor InesperadoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora